El apoyo de importantes dirigentes del conservatismo a la candidatura de Santos, en sustitución a la de Noemí, a quien sindican de goda heterodoxa, debilita la posibilidad de constituirse aquel partido, en cabeza efectiva de una gran coalición que lo convierta en alternativa real e inmediata de poder.
Perspectiva que además se marchita de ser cierta la acusación formal que por injuria y calumnia habría instaurado el ex candidato Arias contra la candidata Noemí Sanín. Ahí sí sería la lápida para enterrar el sueño azul de reunificar las fuerzas alrededor de una sola propuesta presidencial.
A sólo dos días de las elecciones congresionales y cuando aún no se conocía el ganador de la consulta conservadora, pronosticamos las perspectivas de ruptura conservadora. Su inclinación divisionista ha sido en su historia persistente, la que hoy parecería nuevamente protocolizarse. Arranca desde la misma fundación de la colectividad.
En 1849 estuvo a punto de llegar al poder, pero la escisión suicida entre los candidatos Rufino Cuervo y José Joaquín Gori, facilitaron el triunfo del liberal José Hilario López. Seguirían las etapas del Radicalismo liberal, con su Constitución Federalista de Rionegro, para despedir el siglo XIX y darle la bienvenida al siglo XX, con otra división conservadora entre nacionalistas e históricos que produjo el golpe del vicepresidente Marroquín al presidente Sanclemente. En la jefatura "marroquinesca" se iría Panamá de Colombia y el liberalismo se mantendría ausente de los triunfos hasta 1930, año en que nuevamente el conservatismo se dividió para caerse del poder.
La vocación divisionista del conservatismo ha sido proverbial. Después de haberse escindido en 1930 entre Vásquez Cobo y el poeta Valencia, lo que facilitó la llegada del liberal Olaya Herrera, volvió a sus malos pasos en los años 50 del siglo pasado. La enconada pugna entre laureanistas y ospinistas, propició el único golpe de Estado militar que conoció Colombia en el siglo XX. Luego, en 1970, en el Frente Nacional, la división entre Pastrana, Betancur y Sourdís, puso en jaque el turno del conservatismo en el poder, frente a un Rojas Pinilla avasallador con su prestidigitación populista. El liberalismo salvó a Misael Pastrana y al país de caer en la trampa demagógica.
De allí en adelante fueron triunfos liberales.
Álvaro Gómez salía a la palestra y frente a su nombre, la pasión liberal brotaba para llenar las urnas de papeletas rojas. Belisario Betancur y luego Andrés Pastrana, llegaron a la Presidencia, gracias a la capacidad para convencer y encabezar movimientos nacionales, poderes electorales otorgados por convenciones y consultas partidistas, en donde las reglas de juego se respetaron y sin tener aquellos, como hoy sienten los candidatos presidenciales, la sombra aplastante de un presidente respetado y prestigioso que como Uribe llena espacios, tiempos y encuestas.
Ahora vuelven y afloran los hechos divisionistas. No ya entre dos candidatos conservadores, sino entre la ganadora de consulta azul y otro, que desprendido del oficialismo liberal, arrastra voluntades godas.
No hay quién logre reunificar las fuerzas dispersas de la pasada consulta popular. Cada quien se llena de razones para librarse del juicio riguroso de la historia de partido. La misma Dirección Nacional del Conservatismo carece de fuerza y liderazgo para convencer con la razón, sin el barullo de las excomuniones que se lanzan a troche y moche.
Un partido con tan halagadoras perspectivas de ser cabeza de un gran movimiento nacional para pasar por lo menos a la segunda vuelta, está a punto de quedarse con los crespos y los marrones hechos...
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
