Ella merece más importancia de la que muchas veces se le da. Su función es superior a la estética, a la apariencia. Es mucho más que una envoltura que nos identifica.
Por su tamaño y el trabajo que se le designó, la piel es un órgano de vital importancia para el funcionamiento del ser humano, gracias a que separa la parte interna del cuerpo con el medio externo protegiéndolo de traumas y algunas enfermedades.
Según Jhon Harvey Gaviria Calderón, dermatólogo, la piel tiene funciones neurológicas, pues permite sentir el dolor. Endocrinológicas porque produce hormonas. Locomotrices, debido a que se necesita de una piel flexible para poder tener movimiento. Y reitera la última, la inmunológica por su labor de barrera con el exterior.
La composición
En todo ese arduo trabajo, la piel no es la única responsable. En su composición cuenta con la ayuda de lo que los especialistas llaman anexos cutáneos. Son cuatro.
El pelo que cumple una función protectora y sensorial. Las uñas preservan la piel sensible que tienen bajo ellas. Las glándulas sudoríparas regulan el equilibrio térmico del organismo y las glándulas sebáceas tienen como función lubricar la piel.
Finalmente, debajo de esos anexos están las conocidas capas de la piel. Más al exterior está la epidermis, la barrera más importante del cuerpo al ambiente externo hostil.
Le siguen la dermis que representa la segunda línea de defensa contra los traumatismos, su grosor es entre 20 y 30 veces mayor que el de la epidermis.
Termina con el tejido subcutáneo, que es la capa más interna donde están las células que otorgan las funciones de la piel
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