La verdadera separación de Andrea Echeverri y Héctor Buitrago está ocurriendo hoy, muchos años después de que la relación sentimental de los líderes de Aterciopelados llegara a su fin.
A escasos tres años de cumplir los 50, Andrea vive una liberación femenina y musical; una liberación que se ha materializado en su tercer disco: Ruiseñora.
Subraya Andrea que ella misma, la ruiseñora, lleva consigo la palabra señora y esta, a su vez, una madurez que no es para esconder. "Me parece importante volver a valorar las canas, la experiencia y los kilómetros recorridos", asegura en entrevista con El Colombiano.
Con una canción de apertura que es también homenaje a la activista colombo-francesa Florence Thomas, Ruiseñora es una declaración de guerra contra las injusticias y amenazas que padecen millones de mujeres colombianas, incluida la recién rebelada Echeverri.
"No es que yo ya lo tenga resuelto. Todo lo contrario. Yo estoy en la misma lucha, y siento las mismas ansiedades, sino que como que me las pillo y trato de defenderme", dice. "Tengo mis herramienticas, que son las canciones".
¿Y Aterciopelados qué?
"Cada cual en su proyecto. Para que sí hubiera un espacio para los proyectos solistas, tenía que no haber Aterciopelados un ratico. Creo que es un respiro saludable después de 20 años, y para mí ha sido superconstructivo porque aprendí a hacer una cantidad de cosas que siempre hacía Héctor".
Nunca habías tocado el bajo...
"Ni producido. Eso es lo más importante. Yo soy ceramista, y con la música sentía que me faltaba esa parte artesanal, de trabajo diario, cacharriar. Con Dos, mi disco anterior, fue mi primer intento. Y ahora Ruiseñora es un segundo intento de mejor calidad, como que llegué a un lugar sonoro más único. Lo siento muy femenino con poder. Me encanta y como que no suena a nada. Aunque sumercé puede traer referencias como del blues, el gospel, la ranchera, la guabina, en sí es un sonido bien único".
¿Qué tal es trabajar sin Héctor?
"Lo que siento es que esta es mi liberación femenina. La relación con Héctor, finalmente era como una relación de pareja. Nosotros fuimos pareja, además, y cosas de ahí como que perduran. Yo componía y cantaba, y él hacía el resto. De ahí se derivaba que él era el jefe, el que guiaba la ruta sónica. Había experimentos muy afortunados pero para mí era un poco angustioso. Y mi proyecto lo he abordado más desde lo no angustioso. Como desde la celebración de poder hacerlo, sin tanto perfeccionismo. Acá yo estoy como más fluida, y más creativa. Me parece que luego, cuando trabajemos con Héctor, va a ser más de igual a igual. La cosa de la feminidad tiene que ver con eso, salirse de su rol tradicional".
¿Cree necesario recordarle a la mujer colombiana que es dueña de su propia vida?
"Definitivamente. Hasta yo misma. Uno tiene unos elementos de independencia, pero a la final no. Más o menos por 20 años hice lo que Héctor decía.
Luego, cuando sumercé lee las cifras, se le hiela la sangre porque definitivamente uno sí está en un circulito chiquitico. Las cifras de maltrato intrafamiliar, violaciones, las cifras de la tenencia de la tierra. Hace falta como que cada una se autocuestione".
¿Qué es lo que más le preocupa?
"Soy consciente de que se han conquistado muchos espacios pero creo que en otros estamos echando reversa. Hay como una cosa como de sexualidad por todas partes muy exagerada y la protagonista de eso es la mujer y su cuerpo. Estamos todas ahí en el gimnasio desesperadas y todas bailando ahí esa cosa del tubo (pole dance), como una cosa que es de la esfera de la prostitución. Hay una cosa muy rara en eso, y me angustia. Eso es muy machista, del sistema patriarcal. No es femenino. Otra cosa que me angustia mucho es el romanticismo que le meten a uno desde que nace, y que las princesas y la Bella Durmiente. Eso es mentira, eso no existe. Ningún hombre la va a hacer a sumercé feliz si sumercé no tiene un proceso interno que haga que luego la relación sea valiosa".
Ha sido recurrente el mensaje...
"Sí, hay otra canción que está en un disco que se llama Oye Mujer. Habla del complejo de Barbie. La presión es diaria y continua".
¿Cómo ve lo que se está haciendo en el rock?
"Lo que pasa es que no soy experta. A mí esa cantidad de oferta me paraliza. Yo encuentro al año como dos o tres discos que me gustan, y les doy palo. Hay cosas que a mí me gustan harto, como Ben Harper. Él sí hace un rockcito ahí todo precioso con tintes de blues, gospel. Me gusta también Lhasa, Jack Jhonson y un chico que se llama José González. A mí la vaina de los géneros tampoco me trasnocha. Si encuentro una música bonita que me acompaña, yo siento que encontré un tesoro. De cosas colombianas, me gusta mucho Pernett, Lulacruza, y Velandia".
¿Cómo es que, si su voz es suave cotidianamente, es tan poderosa en vivo?
"Yo no tengo mucho volumen. Mi mamá canta, y yo creo que de ahí es que yo canto. Luego sumercé empieza como a aprender, a construir un sonido.
Yo de verdad pienso que el escenario tiene unas energías que uno ni entiende. Sumercé termina siendo es como un puente. Tiene que dejar que por acá suban las energías de la tierra, y por acá las del universo. Sumercé finalmente no es el que genera todo sino que es un canal. Eso me parece muy bonito. Uno ahí está transmitiendo energías que no son solo de uno... telúricas, celestiales".
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