El Bulli, uno de los restaurantes más aclamados del mundo, sirvió el sábado su última cena.
En el menú final se incluyeron 50 platos con nombres intrigantes, que incluían esferas de oliva y merengue de almeja.
Durante más de la mitad de los 24 años que el virtuoso chef Ferrán Adriá ha estado a cargo de su cocina, el mesón ha mantenido la casi inalcanzable calificación de tres estrellas en la guía Michelin y ha sido catalogado cinco veces como el mejor restaurante del mundo por la revista británica The Restaurant.
Después de la cena final para clientes fieles y familiares del personal, Adriá, de 49 años, cerrará el restaurante para convertirlo en una fundación de alta cocina que espera inaugurar en el 2014.
La ubicación de Bulli en una hermosa y aislada ensenada en el extremo noreste de España inspiró a Adriá, quien comenzó como lavaplatos en un hotel. Luego de reflexionar sobre la esencia de lo que hace delicioso a un platillo, se propuso desglosar los ingredientes hasta lo que él llama nivel molecular.
Después reconstruía cada platillo usando inesperadas recombinaciones de los componentes originales y los presentaba en pequeñas porciones.
La comida tomó formas, texturas y temperaturas inesperadas, pues el chef usaba nitrógeno líquido para producir espuma de vegetales o frutas, etéreas reencarnaciones de comida sólida.
El precio promedio del restaurante de 270 euros por cabeza -sin incluir bebidas, impuestos y propinas-, otra de sus características.
El Bulli tenía más de un millón de peticiones de reservación cada año, aunque sólo caben 50 personas.
Además de funcionar como un laboratorio con los mejores cocineros y expertos gastrónomos del mundo, Adriá dijo que El Bulli, en su nueva etapa, estará abierto para que lo visiten todos, sean ejecutivos de empresas multinacionales o niños.
Adriá planea promover El Bulli en viajes por China, Perú y Estados Unidos. Dará clases en Harvard. El trabajo sobre la fundación comenzará en enero.
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