Veinticinco años después de la catástrofe de Chernóbil, el gigantesco cubo de hormigón que cubre los restos del IV reactor de la central nuclear, más conocido como "sarcófago", es todavía la única y precaria barrera para los 16 millones de curies de radiactividad que se calcula hay encerrados en su interior.
El "Refugio", nombre oficial de la instalación, fue construido a toda prisa y quedó terminado seis meses después del accidente nuclear, que es considerado hasta ahora el más grave en la historia del uso pacífico de la energía atómica.
Cerca de medio millón de metros cúbicos de hormigón y más de 17.000 toneladas de estructuras metálicas fueron empleados en esa obra de ingeniería para contener la radiación que emiten las cerca de 185 toneladas de combustible del reactor siniestrado.
El "sarcófago" fue diseñado para una vida útil de 30 años, pero el hecho de que algunas de sus estructuras maestras se apoyen en los cimientos de la unidad generadora siniestrada suscita dudas sobre su solidez y hubo incluso quienes, como los ecologistas, advirtieron en su momento del riesgo del hundimiento de su techo.
Todo esto, al margen de las grietas en la gigantesca caja de hormigón causadas por la humedad y de las fugas de radiación por los conductos de ventilación del "sarcófago".
Según los expertos, el desmoronamiento de la instalación tendría consecuencias aun más graves que la fatídica explosión del 26 de abril de 1986.
De ahí que seis años después del accidente, en 1992, ya después de la desintegración de la URSS, las autoridades ucranianas se plantearan la tarea de convertir la instalación que cubre el reactor destruido en un sistema ecológico seguro.
Pero primero había que reforzar las estructuras del "sarcófago", trabajos que culminaron en 2007 y que permitieron a los ingenieros dar garantías de seguridad para un período de 15 años, suficiente para erigir la nueva instalación, diseñada para una vida útil de un siglo.
El "nuevo sarcófago seguro", cuya primeras obras comenzaron el año pasado y que será construido por el consorcio francés Novarka, tendrá forma de arco, con una altura de 108 metros y una longitud de 150 metros y cubrirá la actual instalación.
El cuerpo tecnológico incluirá zonas de desactivación, fragmentación y empaque, esclusas sanitarias y talleres, todo ello con sistemas de control de seguridad de última generación.
Asimismo, se instalará una grúa para llevar a cabo el desmantelamiento de las construcciones inestables.
"Se trata de un trabajo muy complejo, de gran peligrosidad por la radiación. Enfrentamos un gran número de incógnitas, pues no sabemos con qué nos vamos a encontrar", explicó el director general de la central de Chernóbil, Ígor Gramotkin.
Nadie sabe exactamente qué ocurre dentro del sarcófago: durante su construcción el hormigón, que fue bombeado a distancia, inundó numerosos espacios que impiden el acceso al reactor siniestrado y otras instalaciones de la unidad generadora.
Según el presidente de la Agencia Estatal de Administración de la Zona de Exclusión de Chernóbil, Vladímir Jolosha, todos los trabajos para convertir el sarcófago en un sistema seguro tienen un costo de 1.540 millones de euros.
De ese total, 990 millones de euros corresponden al costo del "arco", que contendrá la propagación de partículas radiactivas incluso en el caso de destrucción del viejo sarcófago.
Gran parte de la financiación del proyecto corre por cuenta de países y organizaciones donantes, como la Comisión Europea, con un aporte de más de 200 millones de euros, así como el G8 y numerosos países de la Unión Europea y de otras regiones del mundo.
Recientemente, el ministro de Ucrania para Situaciones de Emergencia, Víctor Baloga, cifró en 740 millones de euros el dinero que falta para completar la financiación de todos los trabajos.
El presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, ha expresado su convencimiento de que con motivo del vigésimo-quinto aniversario de la catástrofe se conseguirá reunir con la ayuda de los países donantes los fondos necesarios para construir el nuevo sarcófago.
El jefe del Estado indicó que después del accidente en la central japonesa de Fukushima "todo el mundo se ha convencido de que no hay ningún país que pueda afrontar solo, con sus propios medios, una catástrofe de esta naturaleza".
Ucrania se propone desactivar por completo la planta y el territorio adyacente para el año 2018, y enterrar para siempre con ayuda de la compañía estadounidense Holtec International las cerca de 185 toneladas de combustible nuclear que hay en el reactor siniestrado.