Hace cuatro meses las Farc dieron la orden de disminuir la siembra coca, dice Eugenio*, un campesino de La Gabarra, mientras junta sus manos grandes, de piel dura.
—Como están hablando de la coca en La Habana, pues nos avisaron que paráramos de sembrar, que cambiáramos de cultivo, y al que le quedaba muy difícil entonces que solo sembrara y recogiera lo de dos hectáreas mientras coge otro destino —remata Eugenio, de 43 años, nacido en El Catatumbo, a quien desde niño poco le ha tocado de la riqueza del petróleo, del tubo que atraviesa estas montañas.
Hace quince días pasó la raspa de la mata de coca en este corregimiento de Tibú. Son las 11 de la mañana y en las cuatro calles de La Gabarra transitan tres motociclistas, una mujer con un niño en brazos y cinco prostitutas que cruzan de una esquina a otra, recién levantadas.
En otra cuadra, en otra esquina, están todos los policías dentro de la estación. Tienen prohibido salir de los cuatro muros que los custodia. A veces suena un tiro desde la montaña o corre el rumor de una emboscada. Ahora los soldados también se resguardan en el batallón, con casco y armados hasta los dientes. El medidor de la camioneta marca una temperatura de 37 grados. En el río Bravo, los motores de las lanchas están apagados. Hoy no hubo pesca ni la Armada sorprendió algún contrabandista de gasolina.
Al pueblito tampoco llegó don Pablo quien suele vender el bagre y la cachama en los toldillos de la vía principal. La misma por la que se llega a esta tierra de “afecto”, como reza un aviso en la entrada, y la misma que va hasta el puente del río Bravo y se alarga hasta Río de Oro.
De acá pa allá, las montañas, los ríos, el contrabando y la coca lo controlan las Farc. Dominios que se extienden hasta El Cruce, en Venezuela, donde está “Timochenko”, jefe de las Farc, tal y como se lo aseguró a este diario alias “Daniel” el 5 de febrero de 2012.
“Él está en Venezuela, exactamente en el estado de Zulia, en la zona limítrofe con Colombia, al norte del Río de Oro (Tibú), al occidente de una población llamada El Cruce de Venezuela y al sur del río Lora. Se mueve en un área de 10 kilómetros cuadrados, montañosa y selvática”, dijo “Daniel”, desmovilizado de la columna Arturo Ruiz Barí, quien perteneció por 13 años al grupo guerrillero (Ver Timochenko en Venezuela, del 5 de febrero de 2012).
La pajarita y la peruana
La coca llegó a El Catatumbo en 1985 con la pajarita, una semilla que no produjo bonanza ni con la lluvia que aquí pone a pelechar cualquier grano. Luego fue introducida la peruana que pobló todo el corregimiento de La Gabarra.
Hasta antes de 1998 todo El Catatumbo era controlado por las Farc y el Eln, cobraban impuesto a los comercializadores de la coca, secuestraban y le ponían explosivos a los oleoductos que volaban en átomos. Aún lo siguen haciendo.
Hasta que llegaron los paras, con ayuda de la Fuerzas Militares, como consta en la sentencia del Consejo de Estado del 26 de enero de 2006. Es responsabilidad del bloque Catatumbo las masacres ocurridas entre mayo y agosto de 1999 donde murieron 81 personas.
En esa época toda la zona era coquera y llena de violencia —dice el líder campesino de La Gabarra, Henry Pérez, presidente de Asoprocar.
Según la Fiscalía General de la Nación, los paramilitares son responsables de 4.208 homicidios cometidos entre 1998 y 2005 en Norte de Santander (Informe sobre la situación de derechos humanos en Norte de Santander).
El mismo Salvatore Mancuso, jefe de las Auc —preso en una cárcel de E.U.— reconoció que gracias al auge de la coca el bloque Catatumbo se robusteció y pasó de tener 300 hombres en 1998 a 1.425 integrantes, los mismos que se desmovilizaron con él en diciembre de 2004, en el corregimiento de Campo Dos, Tibú.
Dos años después, por el glifosato que escupieron avionetas en las montañas de Tibú, habían 488 hectáreas con mata de coca, según la ONU. Pero las fumigaciones pararon y los movimientos campesinos, liderados por Ascamcat, se opusieron a la erradicación manual.
Así lo aseguró Hugo Armando Chiquillo, secretario de Gobierno de Tibú, quien precisó que el paro campesino en El Catatumbo, de 2013, obligó a la suspensión de las erradicaciones y a la firma de convenios para que más de 200 familias que viven de la coca puedan sustituirla por el caucho, la piña, el maracuyá, el limón o la misma ganadería.
Tibú, por la coca de La Gabarra, es el quinto municipio del país con presencia de este cultivo ilícito, 1.658 hectáreas, según el último monitoreo de cultivos de la Oficina de la Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (2012). Y Norte de Santander el tercer departamento con cultivos de coca, que crecen al sol y al agua en El Catatumbo (4.516 hectáreas).
De la coca a la piña
Los traficantes en La Gabarra compran el kilo de pasta de coca a 2 millones 800 mil pesos. En el mismo pueblo la pesan y luego la sacan a distintos puntos del país para procesarla. Así la vende Eugenio. Por sus dos hectáreas, que le permite tener las Farc, cada dos meses obtiene 300 arrobas de hoja de coca.
—Eso se multiplica en 3 kilos de mercancía. Si se va la mitad, queda un kilo de mercancía y a pesos quedan en cada raspa más o menos 2 millones 800 mil —relata. Inteligencia Militar reconoce que la guerrilla le ha enviado mensajes a raspachines de disminuir el cultivo de la mata. Los informes indican que la orden habría provenido desde Río de Oro, de la compañía 29 de mayo y del frente 33.
Sin embargo, este diario consultó en reiteradas ocasiones a la Fuerza de Tarea Conjunta Vulcano, que hace presencia en El Catatumbo —con 8.000 soldados— y no obtuvo respuesta frente a esta imposición de las Farc en La Gabarra.
Al mismo Henry Pérez, labriegos se le han acercado para contarle que en El 60, El 40, en Caño Mariela, Caño Tomás, La Cooperativa y Río de Oro, tienen que disminuir el cultivo de la mata de coca.
Campesinos de La Gabarra, que quieren acabar con la coca, y empezar a cultivar caucho, deben de esperar cinco años la primera cosecha. “Por eso tenemos la coca porque nos sigue dando para vivir”, dice Eugenio. Más, si de la coca que se produce en La Gabarra, el kilo llega a venderse en las calles de Nueva York a 25 mil dólares y en Londres a 33 mil euros, según la Policía Antinarcóticos.
Aunque Eugenio tiene esperanza en los proyectos de Asoprocar, o de las propuestas de sustitución
de cultivos de las organizaciones Ascamcat y Cisca. Ajeno a esta orden de la guerrilla, Henry Pérez, con 120 familias, quiere que solo en La Gabarra, en cinco años, crezcan en 2 mil hectáreas caucho, piña, maracuyá y limón. En esa tarea ha tocado las puertas de Ecopetrol, la gobernación de Norte de Santander, la Alcaldía de Tibú y otras organizaciones para que esas 1.658 hectáreas de coca de La Gabarra, desaparezcan y vuelva la pesca y los raspachines al colegio.
*Nombre cambiado por petición de la fuente