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Las olas desmenuzan las playas de Turbo

LA EROSIÓN COSTERA se siente con fuerza en la cabecera y en el sector de Punta de Piedra, donde se han perdido decenas de metros de playa y terreno. Científicos recogieron datos para proponer una solución seria.

  • Las olas desmenuzan las playas de Turbo | Henry Agudelo | Uno de los sectores más afectados en Punta de Piedra. Los habitantes temen al verano, que con sus vientos fortalece el choque del mar contra la costa. El problema empeoró en los últimos dos a tres años.
    Las olas desmenuzan las playas de Turbo | Henry Agudelo | Uno de los sectores más afectados en Punta de Piedra. Los habitantes temen al verano, que con sus vientos fortalece el choque del mar contra la costa. El problema empeoró en los últimos dos a tres años.
13 de mayo de 2010
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Uff, dice un coro y varias manos señalan hacia adentro del mar. Allá, a unos 50 metros, estuvo la playa hasta no hace muchos años.

Mientras unos niños nadan o se arrastran -no se sabe- entre la espuma café y las ramas que el Atrato les regala generoso a las playas del golfo, Sofía, una mujer que hace cuatro años vive acá se asoma al borde desde su casa.

Antes no era su vivienda sino uno de esos estaderos típicos de playa, donde abunda la música, la comida, el licor y la alegría. El mar se llevó los kioscos que estaban en la playa y casi se come el barranco donde se asienta la residencia.

Punta de Piedra no tiene turismo hoy. No quedan negocios. Nadie pudo, hasta ahora, con la furia de las olas que atacan algo más de 500 metros de litoral.

Sirley Petro llegó hace dos años de Trementino. Sentada, mira sus hijos bañarse. También exclama para señalar hasta dónde había playa.

Punta de Piedra es un caserío disperso, con unas 250 viviendas y 1.500 habitantes, a unos 15 kilómetros de la cabecera de Turbo. Hace parte de ese 16 por ciento de costas antioqueñas afectadas por la erosión.

Aparte de una discoteca a 15 metros de la vía a El Totumo y Necoclí, y una heladería donde los estudiantes gastan sus centavos en dos máquinas de juegos, no muestra mucha vida.

Al lado está la Institución Educativa, que sufre también la erosión costera.

"Esto se desmorona cuando el mar se llena", dice Enor Misal, un lugareño. Es peor de noviembre a marzo, con el verano, pero este año no fue tan serio. Sí en 2008, cuando se veían caer los pedazos de costa.

Al final del colegio, volteada por las olas está lo que "El Cabito", un poblador que recaló acá huyendo de la violencia, llama una ceiba, de raíces tan enormes que abarcan dos personas una encima de otra.

Hacia el sur, la puerta de una cabaña abre para el volado. La erosión tumbó una y una tercera está medio destruida. En su interior sólo queda una cama desarmada.

"Se ha llevado como ocho o diez viviendas", dice Idacio Vertel, conciliador de la Junta de Acción Comunal, mientras asiste a una decena de vecinos que, afanosamente y al calor de las 11 de la mañana, mezclan cemento para llenar costales que conformarán una barrera que les deje aguantar un poco más.

"No le ha tumbado a los pobres, que tienen sus casas sobre la calle. Sólo a los ricos", dice uno de los hombres pala en mano.

Si el desmoronamiento prosigue, la amenaza sería clara para un mayor número de casas.

"Se ha comido varios solares, de 35 metros de largo, más la playa", explica Idacio.

A lo lejos, un grupo de estudiantes se acoge a la sombre de un frondoso árbol para asistir a clase. No le ha llegado el turno, como a todos los que fueron arrancados de tajo de la orilla. Pero el mar, parece, no tiene afán.

La Alcaldía entregó 500 bultos de cemento y arena para levantar la contención. La esperanza es que, cuando se vislumbre una solución, no haya desaparecido bajo la fuerza de las olas.

En Urabá se han construido más de 60 obras de defensa, en su mayoría espolones, que hoy yacen sumergidos por no ser el producto de estudios serios.

El trabajo será largo, pero esperan que sirva. "Nos dijeron que lo hiciéramos", explica Idacio y Rafael López, otro vecino entrado en años, asiente sin mucho ánimo.

Ser uno de los primeros poblados golpeados por el cambio climático no es para emocionarse.

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