El proyecto de comunicar el Valle de Aburrá con el de San Nicolás con una vía de superficie que incluya un túnel vehicular para atender la demanda de tráfico futuro continúa siendo una ilusión; pero al considerar los problemas de inestabilidad de la vía Las Palmas, que no ofrece seguridad y mucho menos garantía de operación, hoy resulta urgente iniciar su construcción, mientras en el menor plazo posible, se reparan los taludes colapsados en tramos críticos y se recuperan tramos de banca de vía fallados.
El valor de las obras que se están ejecutando aún resulta incierto, y con seguridad excederá el costo de si se hubiesen realizado oportunamente, antes que se produjeran los derrumbes.
Son los costos ocultos en los que solemos incurrir por persistir en decisiones equivocadas y falta de estudios técnicos confiables.
Es el precio de la improvisación y los costos ocultos de operación por el excesivo tiempo de viaje más la infortunada pérdida de vidas que no tienen precio.
Es la herencia que nos dejó una obra inconclusa, construida con cicatería y afán de cortar cinta, a pesar de las advertencias que sobre fragilidad, inestabilidad geológica, presencia de depósitos de talud, coluviones, derrubios y flujos de lodo tiene el suelo adyacente a la vía y por los taludes empinados dejados sin revegetación más allá de los límites que la buena práctica de la ingeniería aconsejó en su momento.
Y la comunicación vial con túnel, cuyo contrato fue adjudicado en 1998 por un valor cercano a los 366.000 millones de pesos abortó por falta de voluntad política y se cambió por un mejoramiento vial que no superaría el 10% de la inversión del proyectado túnel.
Y cada día nos costará más, pues basta recordar las cifras del año 81, cuando el entonces MOPT, encomendó a una firma consultora el estudio de soluciones al aeropuerto que entre diez alternativas, recomendaba una solución de túnel de 6.5 km cuyo presupuesto era de apenas 7.087 millones de pesos.
Y en Las Palmas ya vamos en más de 100.000 millones de pesos invertidos y más de cuatro años que parecieran haber sido en vano, como si hubiésemos retornado al punto de partida cuando la vía tenía sólo dos carriles, una banca estable recién repavimentada; pero con la gran diferencia de colosales derrumbes, boquetes que se ven desde las alturas y los horizontes más lejanos; heridas que no cicatrizarán a pesar de quienes afirmaron lo contrario.
Es el costo de insistir en soluciones mediáticas y cortoplacistas en zonas cuyas condiciones topográficas y limitaciones geológicas comprometen estabilidad.
Es un error técnico ampliar la banca de vías obsoletas para que nuevos diseños se ajusten a especificaciones geométricas contrarias a la buena ingeniería, como está ocurriendo con muchas dobles calzadas en el país con trazados no amigables con la naturaleza, y tarde que temprano la naturaleza nos pasará cuantiosas facturas.
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