Mínimo el alquiler de una pieza-casa para hacinar varias personas, incluyendo ancianos y niños, vale 150.000 pesos, y eso que en una zona de estrato social bajo. La comida, con apenas una brincha de carne el primer domingo de cada mes y con un huevo para dos días de por medio, no se sale con menos de 80.000 pesos. Faltan datos de luz, agua, teléfono y pasajes para la familia.
Viene la época escolar y los útiles y la lonchera serán un fuerte dolor de cabeza para el padre de familia que tiene varios niños estudiando. El recurso es acudir al usurero de turno, con una alta dosis de interés para que le preste plata y así cuadrar los faltantes. Con el agravante de que dicho interés va a igualar al capital si se demora largo tiempo para pagarlo.
El salario mínimo en Colombia establecido por decreto quedó en 515.000 pesos, o sea un aumento del 3,64 por ciento, 18.000 pesos mensuales. Ni para el mínimo alcanza el mínimo.
Las responsabilidades económicas pueden sortearse a veces sí, a veces no; y esto supone que como la comida es fundamental para la supervivencia, toca atrasarse con el pago de servicios públicos o con el arriendo, o peor todavía, no acudir al médico cuando alguno está enfermo.
"Basta algo de sentido común y una pizca de pericia en el manejo de bienes escasos para entender con mucha indignación, que el incremento de máximo 16.000 pesos mensuales en el salario de 4.5 millones de trabajadores colombianos es una ofensa contra ellos y contra su calidad de vida. En vez de aumento podría llamarse limosna. De todos modos el efecto final es el mismo" (Elbacé Restrepo, columnista del periódico).
¡Qué aguinaldo tan pichurrea! ¿Y ahora qué dirán los candidatos al Congreso y a la Presidencia para conseguir votos?
¡Primero se acaba la guasca que los marranos!
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