Qué magnitud y profundidad tiene el cuestionario formulado ayer por el arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón, sobre las debilidades de nuestra ciudad: "sabemos y constatamos cada día que nuestra región es la más violenta del país, que pasan los años y no logramos aprender una convivencia pacífica".
Entendemos que igual que ocurre en este diario, no se trata de un pensamiento pesimista ni de una visión catastrofista. Se nos ofrece una reflexión crítica, desde la Iglesia, que nos plantea 15 preguntas decisivas para el futuro de Medellín y su núcleo urbano.
Monseñor Tobón interpela al poder público, a los empresarios, a los ilegales, a los periodistas, a los ciudadanos y a la misma Iglesia Católica sobre la necesidad de cambio, sobre la necesidad de sanción y sobre la necesidad de atención a la reconversión espiritual que requiere Medellín.
No se opone el Arzobispo a que la academia, el mundo empresarial y el Gobierno celebren que Medellín haya sido escogida la ciudad más innovadora del planeta. No, por el contrario, hay en ello un reto: si somos los mejores para inventar soluciones a las necesidades diarias, entre ellas deberá estar la capacidad de hallar respuestas muy inteligentes a los problemas de desigualdad y de violencia.
"No sirven soluciones simplistas, parciales y aisladas. Todos, (...) tenemos que comprometernos con la causa de la paz". Tiene toda la razón el pastor. ¡Y Medellín lo sabe….
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