La imagen de un hombre con sombrero soplando un fogón es la primera que tiene Lázaro Hernández Gómez en el fondo de su memoria, tanto que su papá no deja de asombrarse porque ese era el tema de un cuadro que estaba pintando cuando su hijo abrió los ojos al mundo un 5 de octubre hace 57 años.
Nació pintor, afirma este artista expresionista samario, virtuoso en el manejo de la espátula con la que logra instantes de luz y movimiento, con una rica paleta de colores que le ha valido el título de "Pintor de la luz, la espátula y la textura".
Son ya más de cuatro décadas de trabajo plástico desde cuando, siendo aún muy niño, pintaba en lo que fuera y con lo que fuera. "Las camisas y camisetas las estiraba y las templaba sobre listones de madera, trituraba piedritas de colores cerca del río e intentaba pintar, pero los tonos no perduraban", recuerda Lázaro.
Sin darse cuenta sentaba las bases para la producción ancestral de los pigmentos que más tarde, a su regreso de estudiar diez años en la Escuela de Bellas Artes de Santander con su tío Mario Hernández y antes de recorrer el mundo con la Marina, le enseñaría un canadiense en la Sierra Nevada de Santa Marta, a donde se fue a vivir y a aprender por dos años.
A partir de arcillas y semillas que luego llevaban a hornos a diferentes temperaturas supo cómo preparar sus pigmentos, algo que continúa haciendo aunque ahora de forma tecnificada, conocida como la química del arte.
De hecho "en este momento me encuentro escribiendo un libro sobre La Cocina del Arte donde deseo transmitir mi experiencia y lo que he alcanzado a conocer sobre el tema acerca de los procedimientos artesanales ancestrales y modernos", precisa el artista.
Además de cocinar pigmentos es un experto culinario a quien le encanta la cocina italiana. "Fabrico mis espaguetis y las pastas napolitanas las veo entre el rojo y el amarillo, con un sabor al dente propio de la textura de la espátula", explica sonriendo y de manera saboreada mientras continúa sorbiendo su café.
Y es que más allá del artista con renombre internacional está el hombre sensible y observador, que plasma sus poemas sobre lienzos o metales y que logra, a través de sus obras, despertar todos los sentidos, incluido el tacto. A pesar de los letreros de no tocar, hay que hacer un gran esfuerzo para que a uno no se le vayan las manos.
"Sus pinturas, caracterizadas por el trazo firme y sutil de la espátula con esa paleta colorida, contradictoria y armónica a la vez, con transparencias y gruesa textura, nos transporta al momento en el que el movimiento plástico impresionista hacía su aparición a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, revolucionando el concepto de "la luz más allá de las formas", pero nos confronta, con sus toques propios y fascinantes de realismo y expresión", afirma Olivier de Pierpont, director de La Casa Solariega, en Santa Fe de Antioquia (Calle de la Amargura No. 8-09).
Allí es donde se exhibe la exposición Figuración y abstracción que estará abierta hasta el 4 de febrero en horario de 11:00 a.m. a 8:00 p.m. Informes: (4) 853 15 30.
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