Si algunas veredas y corregimientos de Frontino y Abriaquí quedaban ya de por sí lejos de los pueblos, el invierno acentuó las distancias.
Por ejemplo, el trayecto de 30 kilómetros que une a las dos localidades, hoy más bien las separa, pues en campero se necesitan más o menos dos horas para atravesarlo. En bus o camión la tardanza puede ser de hasta de tres horas y los vehículos pequeños ni siquiera lo intentan, pues lo más seguro es que se quedarán atrancados en plena carretera.
Vía que tampoco es carretera sino trocha, pues luego de recorrerla se sale de ella con lumbalgia.
En esas condiciones, la vía los separa, pues muchos han optado por tomar el trayecto Abriaquí-Cañasgordas para salir a la carretera a Urabá y retomar camino a Frontino. Los que van de Frontino a Abriaquí hacen lo mismo, pero a la inversa.
"Las vías no es que estén tan mal, los campesinos colaboran mucho y uno entiende que la Gobernación no tiene plata para tantas vías", apuntó el alcalde de Abriaquí, Édgar Gómez Bedoya.
Pero si eso pasa con el tramo Abriaquí-Frontino, mucho peor parece el panorama del trayecto que de esta última localidad conduce al corregimiento Nutibara.
Esta vía, que si unos años atrás era transitable, aunque destapada, hoy esta convertida en una trocha de huecos y piscinas que hacen de cada viaje una tortura.
Para colmo, los primeros kilómetros saliendo de la cabecera son los peores y las veredas más lejanas parecen condenadas al aislamiento, pues no muchos se le miden a salir para someterse a semejantes torturas.
Los campesinos se quejan del problema, que afecta a sus niños que van a las escuelas y en su economía y su vida en general.
A pesar del invierno, invitan a que no haya resignación total, hay que actuar para que no acabe de perderse lo poco que queda de la carretera.
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