¿Qué está pasando dentro del Ejército Nacional? Éste parece ser el interrogante que todos nos hacemos en este momento. Para responderlo, tal vez, es necesario hacer un alto en el camino y realizar una profunda reflexión. No hay un solo día que no se hagan denuncias públicas, algunas con fundamentos y otras sin ellos, pero con una gran dosis de maledicencia. Preocupa también que autoridades judiciales y órganos de control están investigando a miembros del Ejército por presuntas conductas ilícitas, lo cual atenta contra la moral y afecta la legitimidad de nuestra querida y respetable institución armada. Y como parte del ¿qué está pasando?, y sin certeza judicial aún, más bien se le está sumando incertidumbre, desconcierto y descalificación a priori. Se tienden mantos de dudas sobre las unidades militares y se llama a calificar servicio a oficiales y suboficiales, con base en una investigación de carácter administrativo, que si bien es válida, no determina algún tipo de responsabilidad penal.
Por este motivo es oportuno hacer un llamado a la prudencia como reacción para contrarrestar esta cadena de incriminaciones y, además, solicitar que los administradores de justicia puedan cumplir su trabajo con independencia, como reza en la Constitución Política. Es decir, sin presiones indebidas o condenas anticipadas en los medios de comunicación, como se ha vuelto costumbre en la justicia espectáculo. Y por último, asegurarle a la sociedad que se aplicará pronta justicia.
Desde esta tribuna de la reserva activa, ¡cómo extraño el espíritu de cuerpo de antaño! Aquel bien concebido que unía y cohesionaba, fortalecía la solidaridad, el compañerismo, la camaradería y la unidad monolítica de las Fuerzas Armadas. Que no escondía podredumbre y que no era permisivo con conductas torcidas. Ese espíritu de cuerpo que robustece el sentido de pertenencia y la moral de combate, no se le puede relacionar con tapujos o impunidad. Es importante que quienes en estos momentos difíciles regenten los destinos de las Fuerzas Armadas, se pronuncien y nos digan: ¿qué ha pasado con el fuero militar? Ese fuero que respaldaba la actuación legal de los miembros de la Fuerza Pública en cumplimiento de su misión constitucional, que en la actualidad es vilipendiado, descalificado, difuso y hasta sin credibilidad ni defensa institucional. Para colmo de males, la Justicia Penal Militar fue plegada a la justicia ordinaria, y son muy pocos los casos que conoce, como parte de su competencia.
En esta espiral de sindicaciones de los llamados falsos positivos, vale la pena otra pregunta: ¿debemos continuar minando la moral de combate y la legitimidad del Ejército Nacional? No se puede olvidar que la guerra no se ha ganado aún. Falta un trecho largo por recorrer para alcanzar la victoria definitiva sobre los violentos y reducir la criminalidad organizada.
Puedo apreciar que se está tomando un camino riesgoso, porque cada día aumenta la polarización y se está olvidando que el interés supremo de la paz debe estar por encima del discurso partidista opositor, pues la sindéresis se ha convertido en cosa del pasado. Con todo, no se puede echar por la borda los ingentes esfuerzos de la política de seguridad democrática y los sacrificios del pueblo colombiano. Consecuente con estas inquietudes me permito hacer este llamado a la prudencia, con un mensaje de una firme espera, mientras la justicia emite su veredicto final.
Hacer este llamado a la prudencia, no es abrigar impunidad alguna. Lo mínimo que pueden merecer los militares, como lo tienen todos los colombianos, es el derecho a la presunción de su inocencia y a un debido proceso. Por lo tanto, la justicia tiene la última palabra para esclarecer la verdad y sancionar a los responsables.
* Mayor General (r), Ejército Nacional
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