Lo llamaron tres días antes para que fuera a apagar el incendio. Y a sus 16 años, Jeison Lizalda vivió un infierno en lo que es el sueño de todo joven: su debut profesional.
"Yo estaba acá en la casa cuando el profe me dijo que me había llegado la gran oportunidad de mi vida. Eso no estaba en mis planes todavía, pero de un momento a otro me dijeron que debía viajar a Bogotá", dijo Jeison a Colprensa, un trigueño de 16 años, que se convirtió en el símbolo de la crisis del Quindío, y del fuerte precedente que se sentó en el fútbol profesional colombiano.
Lizalda, un chico de pelo ensortijado del barrio San Marino de Cali, fue llamado a último momento para custodiar el arco del Quindío, luego de que los jugadores del plantel profesional no quisieran jugar por el atraso en los pagos de sus quincenas.
Jeison, quien hace parte de la Escuela del Boca Juniors, como el 80 por ciento de los chicos sub17 que jugaron ese duelo ante Millonarios, quedó en medio de la polémica desatada, y su saldo fueron cinco goles en contra y un llanto inconsolable luego del partido.
"La verdad, yo sí esperaba varios goles, pero no ese poco. De todas maneras, quedé tranquilo porque mi familia, que vio el partido por televisión, dice que gracias a mí la goleada no fue mayor", señala el chico, que recibe 20.000 pesos por hacer parte de la escuela de Boca, que surte a las divisiones inferiores del Quindío y del Centauros en el Torneo Postobón, todos equipos que cuentan como directivo a Hernando Ángel.
Pero el caso de Jeison no pasaría de la anécdota si no se conociera el trasfondo del hecho.
"La situación del Quindío es la misma que venimos denunciado hace siete años sobre el incumplimiento en el pago de salarios y de seguridad social, entre otros, de los clubes colombianos. Solo que esta vez los jugadores, amparados por la ley, decidieron parar sus actividades", explica el director ejecutivo de Acolfutpro, Carlos González Puche.
En la actualidad, según la Asociación, no están al día ocho equipos de la primera división, entre ellos el líder Once Caldas (debe tres meses de sueldo) y el Cali, una de las mejores instituciones del país, por cuenta de su solidez económica y financiera.
"Jugar con juveniles es una burla de los directivos del fútbol, que es amparada con el reglamento de Dimayor. Pero existe las maneras de castigar el incumplimiento de los clubes, pues desde 1996 existe la Ley del Deporte, y estamentos como Coldeportes y el Gobierno tienen las herramientas para castigar con la cancelación del reconocimiento deportivo", añade González.
Precisamente, sobre este tema, el ministro de Interior y Justicia, Germán Vargas Lleras, anunció que bajo la nueva Ley del Fútbol, los clubes incumplidos sean liquidados. "La Ley prevé que cuando los derechos laborales de los jugadores no son atendidos puede ser una causal de liquidación".
Por eso, detrás de las lágrimas del chico Lizalda, se esconde un tema dramático que hace pensar que, como dice Acolfutpro, "el fútbol colombiano es una puesta en escena, un sainete".
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