Conversaba con el padre Nicanor, mi tío, en una de esas eternas y desoladas tardes de domingo en las que nos dedicamos, como él con sus latinajos dice, a hablar " de omne re scibile et quibusdam aliis " (en buen romance: de todo y algo más) y me comentó sobre una frase de Anthony Burgess que le había llamado la atención: "Tanto si Dios existe como si no, lo echamos muchos de menos".
-Me lo dice usted a mí, tío. Hay momentos en que uno pareciera que reniega de Dios, pero en el fondo está suplicando por una esperanza, por una iluminación.
-Son los momentos de crisis, tanto personales como sociales e históricos. Recuerdo que el mismo Burgess, en ese escrito observaba que "sucede a menudo que cuando el hombre se ve rodeado de manifestaciones humanas de maldad, vuelve los ojos a Dios, desesperado, aunque no crea realmente en él".
-Es un buen apunte, padre, para la situación de crisis que estamos viviendo en Colombia.
-Lo cierto es que cuando las crisis ocasionan un hundimiento generalizado, la posibilidad de una fe abre un resquicio de esperanza para salvarse del naufragio.
-Perdone, tío, pero esa afirmación me suena a consideración piadosa.
-Pues no, es una vivencia existencial que todos hemos experimentado, tanto en el ámbito de las tragedias íntimas, como cuando históricamente estamos siendo tragados por el torbellino.
-Yo creo que nos cuesta a muchos admitir que muchas veces en la vida, casi siempre, la única esperanza es una salida de fe.
-Y para no andarnos en vaguedades, muchacho, debe quedar claro que se trata de una fe religiosa, de la fe en un ser trascendente. Se trata de creer en Dios, para decirlo de frente y sin eufemismos.
-Creer en un Dios que -me muero de la pena decírselo en voz alta- brilla por su ausencia en el ambiente, sobre todo en tiempos de crisis.
-Y un Dios del que -te respondo de frente- no le gusta a muchos que se hable en los periódicos.
-Bueno, no venga ahora, tío, con indirectas. Pero yo opino que no siempre se acude a Dios de manera apropiada. Hay actitudes de fe que camuflan o disfrazan otros sentimientos no tan santos.
-En eso tienes razón. Por ejemplo, acudir a Dios en los momentos de crisis, simplemente como un refugio de resignación, puede ser una reacción natural, pero también convertirse en una piadosa cobardía.
-O, se me ocurre, cometer ese error metafísico de acudir a Dios en los momentos difíciles como si Él fuera una fórmula mágica.
-Pero si acudimos a Dios en los momentos de crisis, como iluminación de fe, es un acto teológico hondo, denso, que seguramente no nos dará una solución o la solución anhelada, y tal vez tampoco nos brindará consuelos ni milagros, pero es la única forma de evitar la desesperación.
-Hay que recordar que en la historia los tiempos de crisis han servido para resurgimientos espirituales.
-Entendida la espiritualidad de la crisis como la recia y profunda vivencia de una fe y de una esperanza, no (como también puede y suele ocurrir) en el sentido de alimentar fanatismos e integrismos excluyentes y anatematizantes, que también brotan con especial virulencia en tiempos de crisis; o de propiciar los movimientos de emotividad devocional que pululan.
-En fin, padre.
-En fin, hijo. En el fondo de todas las crisis y en el hondón del alma de quienes sobresaltados y asustados las vivimos, hay un vacío espiritual. Que hay que llenar con un proceso de interiorización.
-Como sea, tío, yo me quedo, pecador de mí, con eso de que "tanto si Dios existe como si no, lo echamos mucho de menos". Algo es algo.
-Allá tú. Y que Dios te bendiga.
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