El rincón para expresar la ira y el resentimiento dejó de ser el grito sobre la almohada, la conversación cómplice o acalorada con una amiga, o el diario oculto en la gaveta. Ahora pasa a la internet, en frases en mayúsculas, con la complicidad del anonimato.
Sucede cada vez con más frecuencia, en especial en redes como Facebook donde se encuentran, sin reparos, grupos creados exclusivamente para expresar indisposición, por no decir enconado odio, frente a una norma o una persona.
Esta modalidad se trasladó a otras redes que van ganando popularidad como Formspring.me, que tiene 135 millones de visitantes en el mundo.
Esta red se basa en un principio sencillo: preguntar lo que quiera a quien quiera, incluso sin tener una cuenta propia si el usuario así lo elige. Sólo cuando la consulta se responde, la conversación se convierte en pública.
Por lo pronto, en Estados Unidos, donde la red ha tomado un cariz un tanto negro, muchos padres y profesores se preguntan por qué los jóvenes deciden permitir que el sitio se convierta en una "enciclopedia de opiniones sobre uno mismo, incluso cuando son tan negativas como insultantes", tal como lo refiere Efe.
El consultor en comunicaciones, así como bloguero y twittero, Víctor Solano, lleva probando el servicio hace un par de semanas. Dice que la red también se le conoce, de forma jocosa, como "pornspring", y aunque en su caso las preguntas han sido respetuosas, conoce episodios de usuarios que terminan siendo víctimas de "trolls", como se llama a los insultos anónimos que se dejan en sitios web.
¿Por qué sucede? El sicólogo Juan Carlos Posada precisa que el anonimato los protege y les permite "disfrutar el placer" de ver sufrir al otro sin conocer a su agresor. "¿Algo de sadismo y masoquismo?", se pregunta Posada.
Agrega que las personas se escudan en no incluir sus nombres "porque les permite hacer la catarsis sin pasar la vergüenza de identificarse y sobre todo porque son personas tan cercanas que tampoco quieren que se les marque o se les aísle en el grupo familiar por miedo al qué dirán los otros", remata.
El sicólogo y publicista Carlos Naranjo Sierra dice que aunque todos tenemos pensamientos violentos y fantaseamos con agredir a los demás, ese pedazo de la biología, que reside en el cortex prefrontal, permite anticiparnos a las consecuencias indeseables y colocarnos en el lugar del otro. La rapidez puede jugar una mala pasada al no dejar actuar la sabia biología de millones de años de evolución.
A esto se suma, añade Carlos, la velocidad a la que se crea y se destruye la información en la red. De esta manera, lo que "en otros momentos era simplemente una idea o un pensamiento amorfo, comienza a tener vida rápidamente por la magia de la red", añade.
Otro asunto que juega a favor es la rápida propagación. Un rumor o una opinión, al actuar como lo hace un virus informático: rápido y contundente, permite darle la vuelta al mundo con más eficiencia y lograr que se cumpla el objetivo: "que todo el mundo lo sepa", dice Carlos.
No hay que olvidar, añade el experto, que todavía hay quienes piensan que "el mundo web es una cosa diferente al real y que lo que hagan en la red en la red se queda". Es un error: "estar en línea es sola otra de las facetas del mundo real", añade Carlos.
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