Desde hace un tiempo he estado pensando que entre más conozco a los adultos más creo en los niños, ellos son tan espontáneos, tan directos, tan profundos en su imaginación; ellos sí que saben leer el país, sí que saben interpretarlo; de lo contrario, no darían significados tan dicientes como: Campesino: "Un campesino no tiene ni casa ni plata. Solamente sus hijos" (Luis Alberto Ortiz, 8 años). O borracho: "Es una gente más o menos que quiere matar" (Nelson Ferney Ramírez, 7 años).
Cuando leo definiciones como estas, que fueron extraídas de ese libro bellísimo "Casa de las estrellas ", vuelvo a creer pero en los niños, con esa lógica me identifico, ellos son los únicos que nos pueden ayudar a salvar esto que con tanto empeño nosotros, los grandes que "todo lo sabemos", nos hemos encargado de destruir.
Decía Novalis en sus "Fragmentos " que "si tuviésemos una Fantástica, como hay una Lógica, se habría descubierto el arte de inventar". Los niños tienen ambas, por eso es que son tan lúcidos, por eso es que todos los días creo que de ellos deberían depender las cosas importantes de este país. Si pensáramos al menos un poquito con la lógica y la imaginación de un niño, entenderíamos mejor al ser humano, podríamos perfectamente vivir en una armonía capaz de enseñarnos todos los días el arte mágico de sorprendernos. ¿No será que alguno se lanza a la presidencia, así sea al Congreso, para que estas elecciones se pongan un poquito interesantes? Sería genial, la verdad ese asunto de ser adulto, de convivir con gente que se siente feliz de ser seria me está agotando, ya lo único que quieren en la vida es trabajar, y eso, a veces, resulta bastante insulso.
Todo esto parece un chiste pero no, estoy hablando en serio, los niños sí que saben hacer, sin tantas encuestas y estudios, radiografías acertadísimas de este país y, lo que es mejor, saben expresarlo con el uso preciso y hermoso de las palabras. Porque si las palabras no nos sirven para entendernos, para comprender, como hacen los niños, entonces los adultos no merecemos las palabras.
Yo me uno a la idea del escritor Gianni Rodari que dice que la "gramática de la fantasía" es para aquellos que creen que la imaginación puede ocupar un lugar en la educación; para quienes tienen confianza en la creatividad infantil; para los que conocen el valor de la liberación que puede tener la palabra, "no para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo".
Ojalá esto que parece fantasía algún día pueda ser más realidad; tal vez así cuando a un niño le pregunten qué es un adulto, no se vea obligado a responder que es esa "persona que en toda cosa que hable, primero ella", como lo hace Andrés Felipe Bedoya, quien ya tiene ocho años de una tremenda sabiduría.
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