El primero de enero de 2012 fue un día especial para la Universidad de Antioquia. El doctor Sergio Fajardo se posesionó como Gobernador de Antioquia en las instalaciones de la Universidad.
He percibido que el gesto, aunque simbólico, llena de esperanza a buena parte la comunidad universitaria que considera conveniente que el Alma Mater sea dirigida hacia otros ámbitos y que en ella se escuchen también otras voces.
Pero hay que pasar de los símbolos a los hechos.
El doctor Fajardo, quien ostenta un puesto de privilegio en el Consejo Superior, tiene dos cosas muy importantes a favor.
Primero, un capital político envidiable para impulsar el candidato que represente los intereses de la comunidad universitaria, alguien académicamente destacado, con amplio recorrido profesional, con habilidades gerenciales y lejos del clientelismo y la politiquería.
Segundo, desde el punto de vista electoral, el doctor Fajardo nada le debe a la Unidad Nacional, de modo que tiene plena independencia para apoyar libremente al candidato que considere el mejor.
Quien sea el nuevo rector enfrentará retos significativos, tales como impulsar la Universidad de Antioquia hacia el liderato nacional en materia de educación superior.
Pero un reto monumental será coadyuvar a impulsar una reforma a la Ley 30 de 1992, coherente con la realidad y las restricciones presupuestarias de un país en desarrollo, tarea, por supuesto, no solo del gobierno sino también de los rectores.
Como si esto fuera poco, el nuevo rector enfrentará dos problemas para adelantar satisfactoriamente la misión de la Universidad. Primero, recuperar el papel protagónico de los profesores como eje fundamental del desarrollo de la universidad; una institución sin un proyecto profesoral serio tiene el peligro de decaer como eje de transformación social.
Segundo, recuperar el espacio académico de la universidad, algo que se perdió, debido al ambiente de mercadillo del campus, el hacinamiento y la percepción de inseguridad que ronda las oficinas y aulas.
La Universidad de Antioquia debe mantenerse como lugar de reflexión académica donde sea posible la docencia y la investigación sin amenaza de ningún lado.
Un sitio que garantice una educación pertinente para que pueda ser instrumento de equidad y redistribución de ingreso; donde la investigación esté al servicio del desarrollo y de quienes hacen política social. Debe ser un lugar donde los profesores lleven el liderazgo de todos los aspectos misionales de la Universidad y donde la administración esté exclusivamente al servicio de la academia.
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