Amenazas de guerra en Corea del Norte; en Venezuela, la mitad de sus habitantes sufre por el posible fraude electoral y las protestas dejaron siete muertos la semana pasada. Boston, por su parte, llora las víctimas y no sale del pánico por la explosión en la meta de la Media Maratón y Colombia reanuda hoy un cuestionado proceso de paz en el que las Farc buscan ganar legitimidad a toda costa…
Este es un rápido panorama de cómo el mundo se enfrenta constantemente con la violencia y las amenazas que radican en la mezquindad y egoísmo del corazón humano cuando se empecina en la búsqueda desordenada del poder, cuando priman los intereses personales sobre el bien colectivo.
Y justo en este contexto se conmemora este mes el quincuagésimo aniversario de la publicación de la encíclica Pacem in terris, en la que el Papa Juan XXIII hizo un llamado a la paz en un mundo que sufría los crueles golpes que dejó como herencia la II Guerra Mundial seguida de los años convulsionados de la Guerra Fría. Era la primera vez que una encíclica estaba dirigida no solo a los creyentes sino a “los hombres de buena voluntad”.
Nos recuerda el Papa bueno cómo la paz es un anhelo inscrito en el corazón del hombre, del cual nacen los preceptos que buscan una nación en la que exista la armonía y el orden. El pontífice se sorprende con el contraste entre lo que el hombre está llamado a ser y “el desorden que reina entre los individuos y los pueblos”.
“No se debe permitir que la tragedia de una guerra mundial, con sus ruinas económicas y sociales y sus aberraciones y perturbaciones morales caiga por tercera vez sobre la humanidad”, dijo el Papa citando las palabras de su predecesor Pío XII, injusta e ignorantemente criticado por su supuesto silencio durante la II Guerra Mundial.
A pesar de que la Pacem in terris fue bien acogida también por los no creyentes, Juan XXIII recordó en ella que la Iglesia tiene el deber de iluminar espiritualmente el anhelo del ser humano en este tiempo convulsionado.
Lejos de un ideal pacifista barato, el Pontífice recordaba cómo la paz necesita que el hombre tenga una observancia sobre el orden querido por Dios en quien deben basarse los cuatro pilares para construir una convivencia civil: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Un apoyo conjunto entre los Estados y una búsqueda de la paz y del orden por medio del sincero diálogo entre las partes y no por medio de guerras que traen como costo el de muchas vidas humanas y dolorosas destrucciones, es lo que pide Juan XXIII en este texto que, cinco décadas después nos puede dar muchas luces para buscar el orden, “basado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y finalmente realizado bajo los auspicios de la libertad”.
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