"Colombia no es el número uno en el mundo en desplazamiento", afirmó la semana pasada la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional. Lo hizo como reacción a la cobertura de prensa que recibió el caso colombiano en el marco de la Conferencia Regional Humanitaria sobre la Protección de Personas Refugiadas y Desplazadas que tuvo lugar al inicio de noviembre en Quito, Ecuador.
La polémica se desató porque los organizadores de la conferencia manifestaron que en Colombia hay 3 millones 700 mil desplazados internos y que 380 mil colombianos han abandonado el territorio nacional y han sido reconocidos como refugiados en distintos países. Declararon que Colombia es el país que "más expulsa personas dentro y fuera de su territorio por razones de violencia, seguido por naciones como Irak, Afganistán y República Democrática del Congo".
Los medios de comunicación tomaron la noticia y se dio lugar a una chocante competencia por las cifras y un intento oficial por coronar a otros como los máximos expulsores del mundo, no obstante, reconociendo que Colombia, si bien no es el uno, es el dos, el tres o el cuatro.
Triste que el discurso oficial dé cuenta del viejo dicho: "mal de muchos, consuelo de tontos".
El comunicado del gobierno establece que el registro oficial de personas desplazadas en Colombia es de 3 millones 551.106 personas. Destaca que este es un acumulado histórico y explica que en los últimos tres años los nuevos desplazamientos se registran en los cientos de miles por año. El comunicado oficial no dice nada sobre los refugiados colombianos.
Luego, el documento oficial entra a analizar las cifras de otros países: Afganistán, Irak, República Democrática del Congo y (agrega) Sudán. Todo para mostrar que las cifras en esos países no son confiables (como las suyas), pero que -en todo caso- los desplazados y refugiados de esos países se cuentan (igual que en Colombia) por los millones.
Lo más triste de todo es que la polémica se concentra en las cifras, números estériles que no nos dicen nada sobre el sufrimiento humano que está detrás del desplazamiento forzado o datos agregados que no comunican el dolor del desarraigo.
Las crisis humanitarias califican las vidas de las personas con angustia, inseguridad y desequilibrio. Por lo general, se trata de fenómenos pasajeros. En Colombia, la crisis humanitaria derivada del conflicto y del desplazamiento tiene vocación de permanencia, lleva décadas y afecta a millones de colombianos.
Las crisis humanitarias de Sudán, Irak, República Democrática del Congo y Afganistán son las peores en el mundo. Son distintas a la colombiana en muchos aspectos: intensidad, causas, espacio, tiempo, cultura, respuesta institucional, respuesta internacional y otros. Pero, lo determinante es que la crisis colombiana está entre las más graves del mundo y el sufrimiento humano colombiano se sigue extendiendo.
La respuesta institucional colombiana al desplazamiento forzado de personas es una de las más sofisticadas del mundo; pero esto tampoco puede ser consuelo. Hace muchos años dediqué mi vida profesional a la protección de las personas desplazadas por la violencia en Colombia; hoy, los mecanismos institucionales de respuesta son más variados y más complejos, pero los resultados todavía se hacen esperar y los desplazamientos no cesan.
Me encuentro con la reciente polémica sobre las cifras con mucha desilusión. El gobierno colombiano insiste en decir que lo que pasa en otros países es más grave, como si de algo sirviera esa demostración en la superación de la crisis colombiana.
Es lamentable que Colombia encuentre consuelo en que está mejor que Sudán. ¡Lo lamento por los sudaneses, pero seamos serios!
*Director en Colombia del Centro Internacional para la Justicia Transicional
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