Triste la suerte de grandes artistas que, a pesar de crear obras de inmenso valor y significado para su época, tienen que soportar el desconocimiento y aun el desprecio de sus coetáneos. Se me vienen a la memoria Vincent Van Goghy Paul Gauguin.
Se hace difícil valorar la obra artística. Confluyen en su apreciación valores sociales, políticos e ideológicos, económicos, moralistas, elitistas y, naturalmente, el criterio eruditista y omnipotente de los críticos de moda, a quienes José María Vargas Vila definió como "cuistres anafroditas que son como el eunuco: sabe cómo se hace, pero no puede hacerlo".
Ya Aristóteles , nos dio una pauta inconfundible para valorar la obra artística. De acuerdo con el aeropajita: "Pulchra sunt quae visa placent"; con esta expresión dejó sentadas las bases para comprender lo que es la emoción estética.
Y es que la genuina misión del artista es crear una realidad que sea capaz de trascender las condiciones de la sociedad en la que se mueve; que tenga vigencia y que plantee un conflicto que, a pesar de sus avances, la sociedad no ha podido resolver.
Contemplo un cuadro alegórico al llamado descubrimiento de América. Una carabela con el símbolo de la cruz flota en un mar tinto en sangre que se desborda y corre en ríos por todo el continente americano hasta arrasar con fauna, flora y pueblos indígenas.
Nada más descriptivo para mí sobre lo que se llamó el "etnocidio en las Américas".
Este es uno de los tantos cuadros que ha creado Marcela Posada , una pintora antioqueña que rezuma arte por todos los poros. Calladamente, ha producido una obra que abarca una cantidad de temas, en su mayoría, dedicados a explorar nuestras raíces ancestrales y todos aquellos dispersos componentes que configuran nuestra identidad.
Ella misma reconoce que la sangre indígena corre por sus venas y este imperativo la impulsa a tratar los temas de nuestros ancestros desde las más exhaustivas perspectivas: la sicológica, la histórica, la mitológica y la ecológica.
Sabe que desde su posición en la sociedad civilizada occidental, puede establecer paralelos y contrastes entre esta y la sociedad aborigen y esto le da la oportunidad de investigar, cuestionar, reflexionar y meditar.
Después de más de 20 años de una amistad con la artista, he seguido su proceso desde la época en que pintaba unos cuadros de estilo naiv, con sus escenas de animales que recuerdan al magnífico pintor francés Rousseau, hasta su depuración hacia formas simbólicas llenas de significado, tratando de desentrañar sus contenidos y el quid que las inspira y encuentro que, detrás de esa obra, hay una mente agitada con un cúmulo de sentimientos que ella expresa a través de su pincel.
MarcePa, como se suele firmar en sus obras, es una artista fiel a sus principios: crea arte por placer.
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