La semana pasada, el senador Juan Manuel Galán presentó un proyecto de Ley para legalizar en Colombia la marihuana medicinal. Y el presidente Santos, en uno de esos pocos arranques de sensatez que en ocasiones tienen los políticos del Gobierno Nacional, declaró su apoyo a la propuesta. La idea también ha sido recibida positivamente por el Congreso y por varios sectores de la opinión.
Es solo un primer paso, pero supone una buena señal que, a diferencia de otras épocas, la propuesta haya encontrado oídos dispuestos y poca oposición. En efecto, pareciera que la opinión pública no encontró tantos reparos como en otros momentos a la idea del senador Galán. Y lo importante de que algunos de los estereotipos y varios de los lugares comunes y prejuicios se estén superando, es que la discusión puede darse con argumentos y tratando de dejar a un lado muchas pasiones.
Ahora, si esto puede llevar a una legislación más liberal en términos de consumo de marihuana, vale la pena repasar algunos de los posibles beneficios de contar con un consumo legal de la droga en el país. Es decir, responder a la pregunta ¿se beneficiaría Colombia con un consumo legal de algunas drogas hasta ahora ilegales?
Yo creo que sí, que en lo pantanoso del tema, lo a veces extremo de la discusión, el consumo legal de marihuana, podría traducirse en más beneficios que perjuicios para la sociedad colombiana. Si lo reducimos a la marihuana medicinal, podríamos evaluar las perspectivas de un consumo regulado por el Estado, pero en el que se empieza a configurar un poco la decisión de los ciudadanos y responsabilidad del sistema de salud.
Ahora, si las cosas salen bien, y nos encontramos con una ventana de oportunidad para legalizar el consumo “recreativo” de la droga, ¿cuáles serían sus consecuencias?
Lo primero es que, a diferencia de lo que muchos creen, la legalización de la marihuana no lleva a un aumento importante en el consumo de la droga, y que tampoco aumenta el consumo de otras sustancias como la heroína o la cocaína. De hecho, de acuerdo a investigadores de la Universidad de Emory en Estados Unidos, la legalización solo implica una estabilización del consumo.
Lo segundo, que aunque su legalización afectaría más bien poco las finanzas de las organizaciones criminales que comercian con drogas en Colombia, sí haría mucho por "liberar" la operatividad de la Policía y las celdas de nuestro sistema penitenciario. En efecto, una parte importante de los esfuerzos policiales y los recursos dedicados a garantizar la seguridad de los colombianos se han perdido en la lucha contra el eslabón más débil, el primer nivel de la jerarquía del negocio de las drogas: los consumidores y los pequeños comercializadores de marihuana.
Insisto, es el primer paso. Si el proyecto del senador Galán se convierte en Ley, los problemas de las drogas en Colombia pervivirán, pero se podría abrir una puerta para una legislación sobre drogas más libre, más sensata y más positiva para la sociedad colombiana.
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