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MATAR ES MUY FÁCIL

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18 de septiembre de 2013
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Para qué nos dicen que la vida es sagrada, que matar a alguien es un pecado enorme si, después de todo, matar es fácil, o por lo menos eso se demuestra cuando uno escucha los testimonios de los asesinos a sueldo, los sicarios encomendados a un Dios que, por lo visto, los acoge, los protege y los perdona. Si mucho, dicen aquellos sobrevivientes, queda el remordimiento del primero, tal vez la agonía del segundo pero después de eso, un muerto más, un muerto menos, no hay mucha diferencia.

Esta semana leí la entrevista que le hizo la revista Semana a alias "Popeye", el único sicario vivo de la época de Pablo Escobar. Su tercera respuesta me detuvo. "Yo personalmente (he matado) creo que alrededor de 300. Pero he participado y coordinado alrededor de 3.000 muertes", dijo sin pudor.

Cada respuesta está repleta de cinismo. "Las órdenes no se discuten", repite Popeye cada que justifica el asesinato de alguien, como si así diera muestras de trabajador obediente. Cuando le preguntan si Pablo Escobar era un asesino, su respuesta es contundente: "No, él no era un asesino. Yo creo que él no mató a más de 20 personas en toda su vida". ¿Ah?

Y así, poco a poco, vamos entendiendo cómo se normaliza la maldad, cómo después de llevar en la cárcel 23 años el pobre "Popeye" piensa que, con la ayuda de Dios, todo lo que hizo quedó atrás. "Mire. Yo soy creyente. Yo siempre he creído que el destino de uno está en las manos de Dios. Así que entiendo los problemas que me esperan en la libertad, pero sé que nada depende de mí, sino de Él".

Mientras leí no dejé de preguntarme cómo, si este hombre es tan creyente, no sintió miedo de ese Dios que dice: "No matarás". ¿Qué pensaba mientras apretaba el gatillo?, ¿Dios le daba la venia y estaba de su lado? Supongo que "Popeye" creyó en la justicia personal, en la venganza y, sobre todo, en que será perdonado porque hoy se arrepiente ante el Señor, que nunca le dijo que eso estaba mal.

Debe ser fácil dormir después de tener tanta sangre encima si se acoge en la celda la imagen de la Virgen María y en letras de colores se escribe: "Espíritu Santo". Supongo que ahora muchos pasajes de la Biblia, que lee plácidamente en su cama, tranquilizan su alma. Es curioso cómo casi todos los sicarios, los paramilitares capturados, después de ser muy malos, se aferran a Dios y quieren contribuir con el "postconflicto", hacer lo posible para que los jóvenes, que ellos mismos han inspirado, no se dejen tentar por el dinero, por los "cucos de una reina de belleza". ¿Por qué no pensaron esto antes? Después de leer esta entrevista me queda claro que Dios es un bandido que acoge a ciertas personas que yo repudio porque han demostrado que eso de matar termina siendo demasiado fácil.

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