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Medellín: un reto inaplazable

04 de noviembre de 2009
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Casi dos semanas después de la convocatoria por la vida que hizo un grupo de jóvenes a través de Facebook y las alentadoras noticias sobre la firma de varios pactos de convivencia y no agresión entre combos de la ciudad, Medellín sigue siendo un territorio de contrastes, que pasa con rapidez de la alegría a la tristeza, y de la esperanza al miedo.

Esos dos hechos, que podrían resultar insignificantes ante la cultura de la violencia en la que hemos vivido durante décadas, son la diferencia entre ser o no ser. Entre hacer una gran revolución cultural por la vida o seguir entregándoles a la muerte a muchos de nuestros niños y jóvenes. Medellín está en un punto de quiebre y es hora de actuar con decisión y sin protagonismos.

La situación de criminalidad e inseguridad que hoy padecemos en la región metropolitana, con 584 homicidios más en lo que va de 2009, respecto de 2008, no es un asunto estadístico para agitar debates y buscar réditos personales, sino la muestra palpable y preocupante de que algo muy grave está pasando, algo que va más allá de un enfrentamiento entre bandas por el control del negocio del narcotráfico y toda su industria criminal.

Detrás de eso, que es inobjetable, subyacen múltiples fenómenos que, aunque conocidos, no hemos estado dispuestos a reconocer y eso hace más complejo el problema: una cultura del dinero fácil, de la muerte del otro como arma de terror, de la fama a toda costa y de una indolencia social que sólo criticamos cuando el dolor y la tragedia nos tocan a nosotros, porque las otras, son ajenas.

Los pactos de convivencia y la llamada movilización ciudadana que se impulsan en medellín y el área metropolitana son hechos positivos y necesarios, pero insostenibles si no van acompañados de legitimidad institucional, de oportunidades de vida digna y, sobre todo, de justicia, porque si esta última no funciona, no funciona ni lo social ni lo policial. El tema de seguridad no se soluciona sólo con más pie de fuerza.

¿Acaso es explicable, por ejemplo, que de 192 capturas por porte ilegal de armas en medellín, entre el 6 y el 31 de octubre pasados, 107 de ellas terminen con la libertad de los responsables? No. Por ese boquete que está dejando la administración de justicia, en parte, se nos sigue metiendo la muerte.

Medellín y sus municipios vecinos necesitan decisiones radicales y desde todos los sectores de la sociedad. No podemos seguir alentando un modelo de comunidad montado sobre antivalores y la cultura de la muerte.

Es urgente fracturar la estructura delincuencial desde lo barrial, porque es allí desde donde se alimenta nuestra propia tragedia: niños y jóvenes que por falta de oportunidades para vivir en la legalidad han perdido su propia libertad.

Tenemos que decidir, como sociedad, si queremos cambiar nuestro rumbo o asumir el riesgo de dejar de ser. Es un reto inaplazable.

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