No sé a qué tanto escándalo con las palabras del general Martínez. A mí, que ni me va ni me viene nada en este asunto, me parece una gran idea eso de "medellinizar" Bogotá. Como espectador que soy, cargado en ambas ciudades de buenos amigos que son más hermanos del alma que otra cosa, puedo hablar -por una vez- desde la más absoluta independencia. Soy neutral en esta guerra por mucho que lleve con ustedes cinco años ya. Lo juro.
Sólo por eso, mi opinión debe ser valorada en este caso en las más altas instancias del país. Comenzando por el presidente Santos, a quien Dios guarde por mucho tiempo aunque no me haya enviado el aguinaldo.
Por si no lo saben, permítanme que les informe de que antes de llegar a "El Colombiano" fui columnista del "El País" de Cali durante dos años largos. Allí me sentí como en mi casa (madrileña). Jamás me tocaron, como en esta santa casa, una ínfima coma de cuanto escribí.
No guardo más que buenos recuerdos y amigos de ese viaje. Pese a ello, nunca escribí una sola línea ensalzando las maravillas de aquella ciudad, más por desconocimiento -sólo he pasado 48 horas en ella- que por desagrado.
Sin embargo, conozco bien Medellín y más aún Bogotá, por lo que me veo en el deber moral de sumarme a esta polémica.
Pese a que mi general erró al comparar el aumento de la criminalidad en Bogotá con la situación que se vive en las comunas más duras de Medellín, no puedo celebrar con más denuedo la aparición de un nuevo verbo en nuestra común, diversa y rica lengua española. "Medellinizar" está cargado de sentido. Aunque para mí no implique más que significados deliciosos, al contrario de lo que le ocurre al general Martínez.
Por eso creo que harán muy bien los bogotanos en "medellinizar" su también hermosa metrópoli. Para empezar, para rebajar su molesta altitud, que me lleva a sentir plomo en mis pies cada vez que aterrizo en ella y me da por pasear la Candelaria buscando un cafecito que me asista para domar el cerebro, empeñado en abandonar este cuerpo serrano por las nieblas que a menudo secuestran esa gran ciudad. Harán muy bien, para poder ver el sol sin quemarse la retina y ganar unos cuantos grados de más en el mercurio, pues allá no hace calor ni frío y anda uno sin saber muy bien qué echarse al cuerpo entre los sofocos del mediodía y los escalofríos de la noche.
Si "medellinizar" Bogotá implica disfrutar de una primavera sin final, adelante mis valientes. Háganlo, si es que así logran salir a las calles a disfrutar de su aire, de sus recovecos y monumentos, de sus jardines y plazuelas. "Medellinicen" para que no resulte que pasan la vida corriendo de un lado a otro sin saber por qué -ya lo dijo el gran Fito: "No tengo prisa, no hay a dónde llegar"- en una batalla amarga y cruenta por ganarse el pan de cada día.
Claro que sí, póngale un toquecito "paisa" a sus ajetreadas vidas, para que no se les escurra entre las manos este tránsito único y maravilloso. Que comience mi querido general, para quien no tengo más que buenas palabras, bajando de su atascado coche oficial, engullido en la eterna hora pico bogotana, para darse un paseíto rico a media tarde, como hacen ustedes a diario. Y ya de paso, que agarre un vuelo y compruebe por sí mismo, como he hecho yo unas cuantas veces, que es posible caminar por Medellín sin que la muerte te aceche en cada esquina. Tranquilo, hombre. No apriete el paso. Relájese, mi general, que no hay peligro. Ya que está apriétese una bandejita paisa y regrese presto a Bogotá. A "medellinizarla".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
