Las asambleas anuales de la empresa privada están estudiando los balances y los resultados del año anterior. Las noticias nos traen las cifras y porcentajes, a partir de los cuales se "planea" el quehacer empresarial del nuevo año.
Las empresas y organizaciones modernas están influenciadas por objetivos múltiples, juegos de poder, subculturas, diferencias de significación y un exagerado peso de la eficacia sobre los valores éticos.
Reciben el impacto de la incertidumbre, la aceleración del cambio y son testigos de la aparición de nuevos escenarios y oportunidades no previstas en los proyectos del año anterior.
Manejar acertadamente ese conjunto de desafíos nuevos requiere recursos flexibles, estrategias de adaptación y capacidad gerencial para poner en la balanza las necesidades de los empleados, las condiciones de los procesos productivos y los valores vinculados con el ejercicio de la responsabilidad social y encontrar el punto exacto en que las relaciones institucionales se hacen sustentables.
Qué conveniente sería que nuestra dirigencia empresarial socializara en sus asambleas un pensamiento congruente sobre la moderna gestión empresarial, que explique la razón de ser y el sentido de las organizaciones, desde el que se derivaran principios y propuestas para las decisiones y el comportamiento de sus integrantes.
Manteniendo un permanente análisis de la realidad, los directivos debieran orientar sus decisiones desde una perspectiva amplia, no solo económica. La función gerencial no consiste en mantener el orden predefinido, sino en avanzar sobre la base de ideas entendidas y compartidas.
Desde el Centro de Fe y Culturas consideramos que asumir la dimensión social y cultural de la organización es concretar, desde su interior, el logro del desarrollo humano en un ambiente de colaboración.
No es suficiente construir proyectos de empresa expresados en productos y servicios rentables, preocupados por el crecimiento, pero disociados de sus consecuencias sociales y culturales; hay que reflexionar sobre la dimensión humana y social, pero desde el concepto de gestión.
Gestión de la calidad de vida, gestión de la empresa como un sistema social, con necesidades humanas que deben ser satisfechas en línea con el reconocimiento de nuestra dignidad y no solamente gestión como manejo exitoso de un "aparato" productivo.
Gestión que parta del hecho de que, más ética y más capital social, generan más desarrollo.
Colombia y Antioquia reclaman una dirección empresarial integradora, que considere tanto los procesos económicos (búsqueda de resultados), como los sociales (cultura de la solidaridad) y los políticos (amplia participación y corresponsabilidad en la dirección).
Es la manera de "aterrizar" los conceptos de equidad, justicia y solidaridad.
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