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Muro de Berlín portátil

03 de noviembre de 2009
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El Muro de Berlín queda en Colombia. Fue derribado allá hace veinte años y trasladado minuciosamente a este trópico. Por eso la capital alemana es hoy un sitio de esplendor donde los muchachos no piensan en el lucro sino en la libertad, y donde la creación es el signo callejero.

Lo otro, el encono, la fragmentación, la guerra fría cada vez más tibia, eso se vino para las ciudades colombianas. Hoy tenemos aquí muros de Berlín que desarticulan las circunvoluciones cerebrales de cada ciudadano y paredes que hostigan a los unos contra los otros.

Aquel 9 de noviembre del 89 Berlín y el mundo bailaron encima de los ladrillos y ayudaron con los puños a deshacer la ignominia. Quién iba a pensar que hoy, dos décadas más tarde, los ciudadanos de una república insensata irían a agitar sus brazos pidiendo guerra entre vecinos y más guerra entre compatriotas.

La pared se desplazó, de modo que Pink Floyd bien podría hoy aturdir con sus acordes los tímpanos de este pueblo segregado, que suprime en el comedor el diálogo familiar para no llevar la partición al núcleo de donde debería manar el acuerdo.

Hay una diferencia entre el derribamiento del muro allá y la elevación del muro acá. El cercado de Berlín se cayó solo, empujado por la indignación anónima y florida de la juventud. La tapia de aquí ha sido escrupulosamente levantada por golosos del poder, mediante procedimientos que se aprovechan del hambre campeante.

Hay que celebrar el aniversario redondo del colapso del Muro de Berlín, pero al mismo tiempo hay que considerar la gravedad del nuestro. Los alemanes necesitaron dos hecatombes y un holocausto, para arribar a su actual estado de niños inocentes. A Colombia se le ha puesto a escoger entre la hecatombe y el holocausto.

La historia europea ha sido tanto y más sanguinaria que la nuestra. Su siglo XX fue el paroxismo de la sangre y la brutalidad. Sin embargo, los mismos que batallaron son hoy una unidad que busca adicionales unidades. En medio siglo compusieron sus almas.

Colombia, por el contrario, se encuentra en plenos estertores. Un parto de puercoespines la desgarra. Uno de sus ojos mira el revés de lo que ve el otro. Y un muro berlinés ocluye la concordia.

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