El poderío del ciclismo colombiano es de esos fenómenos sociales y deportivos que parecen requeteclaros tras un ejemplo concreto, como la actuación de Nairo Quintana en el Tour de Francia, pero que desconciertan a primera vista.
Es como la continuada vigencia del fútbol uruguayo, con sus naturales altibajos en un país de escasa población; o, ya que el tema es colombiano, con el fútbol nacional, que atraviesa un nuevo momento de optimismo similar al de los 90.
El repentino brote (o rebrote) del talento deportivo en diferentes sociedades nos recuerda el concepto del “efecto mariposa”, la razón remota e insignificante, perdida en la evolución social, que ha engendrado ese talento. Vaya uno a saber qué aleteo en alguna montaña de Boyacá determinó mucho tiempo después esta vocación y fuerza escaladora de los ciclistas colombianos.
Quintana fue segundo en la clasificación general del Tour, el mejor joven y el mejor en montaña. También ganó una etapa, justamente el 20 de julio, el día de la independencia nacional, repitiendo los logros de Nelson Rodríguez, en 1994, y de Félix Cárdenas, en 2001.
El patriotismo debe tener algo que ver en estos aleteos... Está bien que el Tour se corra en julio, pero que a los colombianos se les dé por ganar el 20 en tres ocasiones...
Muchos afirman que Nairo podría representar el futuro del ciclismo latinoamericano. “Queremos Junta, viva el Cabildo”, habrán gritado las mariposas del 20 de julio de 1810.
Desde 1983, cuando comenzó la participación nacional en el Tour, “se han ganado 14 etapas, cinco títulos de montaña y en tres ocasiones se ha obtenido la clasificación del mejor joven”. Entre los numerosos ciclistas durante estos 30 años cabe destacar los nombres de Luis Herrera, Fabio Parra y Santiago Botero.
El segundo puesto de Quintana, de sólo 23 años (la plenitud de los ciclistas se alcanza entre los 25 y 27 años) es el mejor resultado nacional en el Tour: Parra fue tercero en 1988, tras el español Pedro Delgado y el holandés Steven Rooks.
El mejor título del palmarés colombiano en Europa, sin embargo, sigue siendo el de Lucho Herrera, que ganó la Vuelta a España en 1987. Botero ha sido el más versátil en el Tour, ya que además de ganar el título al mejor escalador, en 2000, también ganó una etapa contrarreloj en 2002.
Esta es la historia de una victoria anunciada. El periodista especializado Carlos Arribas recuerda en El País de Madrid “los dos días (de septiembre de 2010) en los que Nairo Quintana, un chavalín de 20 años entonces, se impuso en Risoul, una etapa en línea, otra cronoescalada, para vencer la resistencia de Andrew Talansky y proclamarse ganador del Tour del Porvenir”.
Ignacio Vélez, uno de los preparadores en esa ocasión, dijo a Arribas que ese “fue el comienzo del regreso del ciclismo colombiano a Europa”.
Nairo es pequeño (1,66m), se diría que un alambre con músculos, como tantos ciclistas. Si lo ves por la calle, “de civil”, no creerías que es un atleta, pero ya montado en su máquina no lo podrías seguir ni en coche. Quintana consiguió además el premio al mejor ciclista menor de 25 años de la carrera.
La vida no comenzó en forma muy auspiciosa para Nairo Quintana. Durante sus primeros meses estuvo al borde de la muerte. “Yo sé lo que tiene su hijo. A él lo tocó un muerto”, dijo a sus padres una vecina.
Alguien que estuvo cerca de una persona recién fallecida se acercó a Nairo, lo tocó e hizo que enfermara. ‘Para eso no hay medicamento que funcione’, agrega. Tuvieron que darle remedios naturales basados en hierbas. El mal duró hasta que cumplió 3 años. Después vinieron problemas respiratorios, una tos terrible que lo hacía botar sangre y le producía ahogos.
Luis y Eloísa no creen que eso haya tenido que ver con la estufa de leña que usaron durante mucho tiempo, sino con la herencia: ‘El papá de mi marido murió de eso’, dice Eloísa. Esa pelea la ganó con ayuda de las terapias que le recetaron los médicos.
Ya ven. No hace falta ser una torre ni tener músculos en la frente. Bastan el aleteo de una mariposa, algunas hierbas, una madre, un sancocho de gallina...