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NECESITAMOS POLÍTICOS

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03 de octubre de 2013
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Aseguró Monseñor Rubén Salazar, máximo jerarca de la Iglesia Católica colombiana, que la construcción del bien común en el país se viene dando de cuenta de la politiquería.

Entonces no hay ninguna construcción del bien común, porque a diferencia de la política, lo que sucede con la práctica desvirtuada del ejercicio democrático es que se disponen importantes maquinarias al servicio de intereses personales o de un grupo específico de amigos, para construir agendas privadas que allanen el camino para conseguir el poder o para prolongarse en él, socavando de plano las verdaderas necesidades sociales.

La Real Academia Española define politiquería como la "acción de politiquear", "tratar la política con superficialidad", o "hacer política de intriga o bajeza".

Politiquería es el común denominador de los principales problemas del país. El proceso de paz, las campañas electorales, el precio de la gasolina, las crisis en todos los sectores, los paros, los procesos judiciales, los licitatorios, la violencia en el fútbol, el desempleo, la inseguridad, la desinformación y la manipulación de los medios de comunicación…Todo apesta a politiquería.

Tan diferente al significado del término política, arte del ordenamiento ciudadano, de la disciplina social y del gobierno, dentro de un proyecto mancomunado. Algo como Idílico, que los griegos llamaban politikos, arte del gobierno de la ciudad. La verdadera política es el servicio público, actividad en la que se debe hacer más de lo que se habla.

Pero si nuestros políticos hablan más de lo que hacen, entonces son politiqueros.

Creería uno entonces que se están acabando los políticos (los buenos), pero no, en cada uno de los partidos políticos hay gente comprometida con la causa social, que vibran compartiendo con las comunidades más desamparadas, que se interesan en conocer a fondo las principales problemáticas sociales, que sufren por los desaciertos de los politiqueros que gobiernan el país y que se empeñan en trabajar por el cambio.

Es tarea nuestra identificarlos y respaldarlos, conocer sus propuestas y escucharlos en el debate público, elegir a conciencia y no influenciados por un compromiso, un color, o cinco mil pesos que vale un voto, por falsas promesas, o porque nos dijeron que votáramos por X o Y.

Muchos políticos al llegar a los cargos de poder son alienados por el manto corruptor del dinero, pero hay otros que no lo hacen; de esos honrados, algunos terminan en la cárcel u ocupando cargos de segundo nivel, donde puedan ser politiqueramente controlados.

La política se convirtió en un campo de batalla donde cada bando hará lo suyo por doblegar al otro, y en ese desesperado intento, se olvidan del fondo y se concentran en la forma, en las luces, en el colorete, en la insustancial fórmula de la agresión y del infundio, de la marca y de la imagen.

Muchos afirman que no les interesa la política y es porque todo les huele a politiquería, esa clase de competencia pública obsoleta, que nos tiene más que hartos, ¡llevados…, pero les debería interesar…

Queremos ver debates con altura política y no de rating, propuestas serias y candidatos honestos que no se vendan a los megapoderes.

Nuestros "excelentes" gobernantes son elegidos en gran medida por los "honorables" ciudadanos que no votan, que se llenan la boca llamándose apolíticos, o por quienes venden su decisión irresponsablemente.

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