Sumo mi voz a la voz de la valiente Jineth Bedoya Lima. La mujer colombiana que ha sido capaz de ir por el mundo diciendo a todos que el cuerpo de la mujer no puede ser ni arma ni objetivo de guerra.
Debido a sus denuncias periodísticas unos infames depravados trataron de callarla usando el secuestro, la violación y la tortura durante 16 horas seguidas, en el año 2000. Hoy, mientras el hombre que ordenó ese delito sigue libre, al igual que los colegas que dieron información para atraparla mediante engaños, ella se ha convertido en la voz propia y de todas las mujeres que no solo en Colombia sino en el mundo han sido víctimas de violación y atropellos sexuales.
Jineth se ha sobrepuesto a las secuelas emocionales que le dejaron 3 hombres, y desde hace 4 años no ha parado de viajar por el mundo tratando de hacer conscientes a los hombres de la bajeza que ese acto significa; y a las mujeres, para que no se queden calladas si son víctimas de lo mismo.
Porque el mayor problema es que las mujeres amenazadas y amedrentadas por la fuerza bruta, llenas de vergüenza y quebradas emocionalmente por la humillación, prefieren esconderse, callarse y guardarse el dolor, a denunciar y hacer público lo sucedido.
Y las razones para callar son variadas, entre otras, porque aún muchos creen que en la violación existe algún tipo de participación de la víctima, pues, (y ponen el ejemplo) es imposible ensartar una aguja que se mueve frenéticamente. Además, incluidas mujeres, muchos piensan que con su forma de vestir o actuar las mujeres están provocando ser violadas. Hace unos años, ante el embarazo de una niña de 10 años, llegué a oír a una mujer decir "quién sabe qué hizo la muchachita". Muchos siguen pensando que siempre habrá alguna cuota de culpabilidad por parte de la mujer cuando es violada.
Lo que debe quedar claro es que ninguna mujer quiere, pretende ni desea ser violada; y que para demostrárselo al mundo no tiene por qué hacerse matar para impedirlo.
Los hombres no pueden actuar como salvajes, y deberían demostrar que han superado ese estado de salvajismo cuando, a pesar de sus odios y sus guerras, no usen el cuerpo femenino ni como arma ni como objetivo de guerra.
Que en nuestra Colombia haya tenido que surgir una Jineth Bedoya, y que aún se tengan que escribir artículos como este, demuestra la miseria humana que nos rodea.
Uno mi voz a la de Jineth Bedoya Lima. Mujeres y hombres: no es hora de callar.
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