Con la designación de Noemí Sanín como candidata de los conservadores quedó listo el tarjetón presidencial y se abrió una competencia apasionada e incierta.
No tiene sentido que Juan Manuel Santos siga hablando de ganar en primera vuelta. Eso no es posible. Es más, tal como están las cosas, lo más probable es que en la primera vuelta la votación sufra una gran fragmentación.
Tanto si se mantienen los siete candidatos, como si disminuyen a cinco mediante una o dos alianzas entre los menos fuertes, la votación se fraccionará y ningún candidato tendrá más del cuarenta por ciento de los votos.
Santos tiene un buen punto de partida, pero no puede descuidarse. La derrota de Andrés Felipe Arias en el Partido Conservador tiene el efecto de agrupar la gran mayoría del uribismo alrededor suyo. Incluso Andrés Felipe y algunos conservadores, a pesar de sus reiteradas declaraciones de respeto a la consulta conservadora, tenderán a apoyar su nombre de manera abierta o encubierta.
Pero Noemí también tiene un gran punto de arranque. El ambiente que se ha creado a su alrededor es muy bueno. Ganó mediante una participación activa del voto de opinión y tiene en sus manos al partido que más avanzó en las parlamentarias. Si logra arrastrar al grueso del Partido Conservador y movilizar una franja de opinión asegura su entrada a la segunda vuelta.
Los que vienen atrás no la tienen perdida. El Partido Liberal y Cambio Radical sumados igualarían las bancadas de la U y el Partido Conservador. Si en la próxima encuesta presidencial Pardo o Germán Vargas Lleras registran mejor de lo que hasta ahora lo han hecho y si, además, se disponen a buscar una alianza, pueden competir con grandes posibilidades de pasar a segunda vuelta desplazando a Santos o a Noemí.
Lo mismo ocurre con Mockus, Petro y Fajardo. Ahora Mockus es la estrella ascendente porque dio la gran sorpresa al poner con el Partido Verde cinco o seis senadores y porque mostró que puede convertirse nuevamente en un gran fenómeno de opinión.
Pero no hay que olvidar que Petro, en la última encuesta presidencial de la firma Napoleón Franco, figuraba segundo y su partido, aunque sufrió un revés, mantuvo una bancada de ocho senadores, cifra nada despreciable en una competencia política reñida.
Fajardo aparece ahora como un candidato débil y en grandes dificultades porque no pudo pasar el umbral exigido y se quedó sin bancada en el Congreso, pero aún no se sabe el impacto que tendrá esto en sus aspiraciones presidenciales. En las encuestas de los últimos meses figuraba en segundo o tercer lugar con porcentajes alrededor de los diez puntos.
El despegue firme en la opinión de uno de estos tres candidatos, acompañada de una alianza entre los tres o entre dos de ellos, puede trastornar todo el escenario electoral y poner a los candidatos que hoy tienen más poder y aparato en serios aprietos.
He hablado de estas cosas que parecen puramente mecánicas. Pero la verdad es que encierran significados profundos. La elección de Noemí fracturó la coalición de gobierno. Una parte de los conservadores votó por una persona que no acompañó al presidente Uribe en su rudo forcejeo por la reelección. Dudo mucho que el uribismo puro y duro le apoye ahora. Noemí tendrá que hacer su propio camino y en ese esfuerzo se alejará aún más de Uribe.
Detrás de las dificultades de Cambio Radical, que perdió la mitad de su fuerza parlamentaria en estas elecciones está la acción revanchista de la coalición del gobierno que no perdonó sus críticas a la segunda reelección. No es descartable que se geste algún acuerdo entre esta fuerza y el Partido Liberal.
Para descartar las alianzas en primera vuelta los analistas acuden al ego de cada uno de los candidatos o magnifican los beneficios económicos que les traerá el concurrir a la primera vuelta. Pero es posible que a la oposición le dé por pensar en grande y se juegue en serio a buscar una segunda vuelta en la que tanto frente a Santos como frente a Noemí tendría muchas posibilidades de triunfo.
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