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NO HUBO TIEMPO PARA LA TRISTEZA

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18 de diciembre de 2013
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Paisajes hermosos que no se pueden recorrer con tranquilidad porque hoy todavía son asediados por el miedo. Un dibujo de un niño que inmortaliza tristemente la forma como mataron a su padre. El testimonio de una señora que recuerda aquel día cuando rezaba con su familia el rosario y de repente llegaron unos bandidos, tiraron al piso a su padre, le disparan en la cabeza y luego lo decapitaron. Así, varias personas van contando su relato en este documental estremecedor que se llama: "No hubo tiempo para la tristeza" http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/documental.html que cuenta por qué Colombia ha sido escenario de guerra durante más de 50 años.

Este relato, elaborado por el Centro de Memoria Histórica, resume los hallazgos del informe "¡Basta ya… Colombia: Memorias de guerra y dignidad" que se presentó este año y que si hay colombianos que todavía no lo han leído, ni visto este durísimo documental, no pueden esperar más, es lo mínimo que podemos hacer para entender lo que han padecido las víctimas directas del conflicto colombiano.

Que nadie se quede sin verlo, que los padres reserven un rato con sus hijos en esta época de reflexión para que se entable un diálogo y, si es posible, se haga el intento de comprender lo que ha sido esta infamia que ha dejado 220 mil muertos (como si todos los habitantes de una ciudad como Popayán hubieran sido asesinados), 25 mil desaparecidos, cinco millones 700 mil desplazados, 27 mil secuestrados, 10 mil víctimas de minas antipersonal, mil 892 masacres, 95 atentados con bombas y más de seis mil niños reclutados.

Quienes cometieron esos actos, por supuesto, lo hicieron de forma premeditada, calculada, al fin y al cabo, nadie improvisa un ataque con animales, ni con bicicletas, ni con minas antipersonal, ni con pipetas bomba, ni tampoco se le ocurre de repente decapitar o castrar a un campesino inocente. Todo esto, como se dice, para que reine el miedo, para que entre los asesinos se teman, se disputen el puesto del más sanguinario, le den estatus al terror.

Que sirva este documental para recordar algunos de los muertos, algunos de esos colombianos anónimos que fueron asesinados por aquellos que le perdieron todo el respeto a la vida, a la diferencia, que hicieron cotidiana la muerte; una muerte que llevó a que las víctimas compusieran cantos tristes para exorcizar las cosas terribles que han vivido en este país que no debería llamarse Colombia sino Barbarie, porque aquí la sevicia ha hecho parte del diario vivir y les ha negado a muchas personas buenas, incluso, el tiempo para la tristeza.

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