El Presidente, acosado por el desprestigio de su gobierno y cuando ve el desapego de quienes ejercen el poder popular en los municipios, palpa de cerca lo que de verdad piensan de él y se entera de la realidad en cuanto a la aceptación de sus ejecutorias.
Mejor dicho, cae de la nube en la que se mantiene, ayudado por sus incondicionales; lanza propuestas que cree le originarán alguna simpatía sin darse cuenta del rechazo que éstas tendrán en todos los estamentos nacionales.
Son globos, cortinas de humo, distractores o como se quieran llamar, para opacar en algo las informaciones que dan las encuestas sobre la caída libre que lleva desde hace rato en la aceptación de su gobierno y del proceso de impunidad que adelanta con la bacrim más grande de la historia de Colombia.
Después, sus escuderos quieren explicar las razones de la propuesta descabellada y, como ni ellos mismos la tienen clara, se enredan en sus palabras hostigosas por la gran cantidad de mermelada que se han tragado. El chorro de babas sale a borbotones de sus bocas llenas del mal aliento que produce la indignidad.
Escuchar a Barreras, del Senado, aquel que hace componendas con pastores para empeñar su voto en favor de ideologías religiosas, a cambio de votos y ofreciendo algunos puestos, explicando la calidad demócrata del inquilino, es para risa, no solo por lo ampuloso del lenguaje que usa este lagarto, sino por la incoherencia y la palabrería vana que emplea para decir nada.
Quien tenga la paciencia de escucharlo durante toda su perorata, al final del día se dará cuenta de que el gasto de saliva es monumental y no hay ideas y sustancia. Tienen mucha más sustancia los encantadores de serpientes o esos estafadores que enredan a su víctima.
El daño en materia grave que le han hecho al país estas actuaciones de un gobierno al garete es incalculable.
De hecho hay muchos inversionistas que no solo dejaron de invertir, sino que se fueron y están vendiendo lo que alcanzaron a comprar, cuando vinieron atraídos por la seguridad inversionista que propició el Gobierno Nacional en años anteriores.
Es que para ellos estas veleidades de premios Nobel a costa de la justicia, el riesgo de tener dentro del Congreso a esos socialistas del siglo XXI nacionalizando empresas y acaparando para el Estado todo el aparato productivo construido con esfuerzo por años de trabajo, es un panorama muy poco halagüeño y como ven que estas conversaciones están dirigidas a un perdón y olvido total de esas acciones y a instaurar en Colombia estas ideologías trasnochadas, prefieren marcharse y vender lo que en algún momento compraron.
La incoherencia, los bandazos en el timón, el desatino permanente en las palabras del primer mandatario son señales de inestabilidad total en todos los aspectos. Esto es razón suficiente y contundente para que los capitales empiecen a desandar lo andado.
No solo se van, tampoco llegan.
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