Entre el amplio catálogo de obras elaboradas durante los últimos 64 años, Gonzalo Echeverri Palacio, uno de los socios de la firma AIA, escoge como representativas para la organización dos edificaciones que pertenecen a diferentes épocas. De la década del 70 toma el Edificio Coltejer, que con su forma de aguja se volvió un icono de la industria antioqueña y reinó hasta 1977 como el más alto de Colombia. De los tiempos modernos, menciona la nueva sede de Isagén, la generadora de energía, en cuyo diseño y construcción se incorporaron tecnologías de punta.
La primera, tiene el sabor del pasado. La segunda, bien podría ser un reflejo de la misma evolución que desde 1949 ha tenido la firma que
fue forjada por hombres como Julio Ómar Córdoba Erazo, ingeniero de la Escuela de Minas; Fernando Jaramillo, arquitecto aficionado, y Humberto Wills, arquitecto graduado en Estados Unidos.
AIA -la sigla que Arcila, Wills y Córdoba adoptaron en 1959 y que significa Arquitectos e Ingenieros Asociadoscreció de la mano con sus obras, muchas de ellas referentes de la ingeniería y hasta del mismo departamento de Antioquia: el Teatro Metropolitano de Medellín; los digestores de San Fernando, la planta de tratamiento de aguas residuales de Empresas Públicas de Medellín (EPM); el Hotel Intercontinental; la biblioteca del barrio San Javier; el Edificio del Banco de la República; los diseños de la sede central del Bancolombia y el Aeropuerto Internacional José María Córdova, entre otros.
Las obras han perdurado, al igual que los principios y valores morales que guían a quienes laboran en AIA. Los fundadores recalcaron siempre en el lema de la Escuela de Minas, “Trabajo y rectitud”, que sus hijos y socios se encargaron de mantener vigente. Y seguirán. Andrés Restrepo Isaza, quien desde hace ocho meses recibió de manos de Ricardo Wills Mejía la presidencia de la empresa, expresa que uno de los diferenciadores de AIA está en sus valores de honestidad, excelencia, respeto, compromiso y servicio.
Detrás de su espíritu conservador existe una empresa muy agresiva a la hora de buscar negocios. Tan es así, que su meta grande y ambiciosa (o mega), era lograr un nivel de facturación de medio billón de pesos en el año 2015.
Los números indican que ese objetivo ya es historia: en 2012, la facturación estuvo en un histórico nivel de 413.000 millones de pesos, suficientes para situar a AIA en el quinto puesto dentro del sector de ingeniería civil del país.
Esos resultados son el fruto del trabajo realizado por 936 personas, de las cuales 545 están en los frentes de obra, mientras que los restantes 391 conforman la planta administrativa.
Las obras de envergadura siguen ocupando un lugar privilegiado dentro de su portafolio de proyectos. La primera, según Restrepo Isaza, es la construcción de un tramo de la doble calzada Bogotá-Villavicencio. Esta obra de ingeniería tiene un costo de 250.000 millones de pesos y un plazo de ejecución de 40 meses. Y en próximos días tendrán listo el edificio de la Clínica Portoazul, en Barranquilla, un contrato que ascendió a 110.000 millones de pesos.
También hay nuevas áreas de negocio, como la incursión en la construcción -no necesariamente para terceros- de centrales de generación de energía con capacidad inferior a los 20 megavatios.
Y quieren hacer más, siempre y cuando se generan las condiciones apropiadas en materia de contratación, como lo advierte Gonzalo Echeverri Palacio, quien lleva en AIA 45 años.
Echeverri también está dentro de los más de diez grupos familiares que comparten la propiedad de la firma de ingeniería y que han logrado sortear, con éxito, la maldición de muchas empresas de familia que no logran llegar a la segunda generación.
Este no es el caso de AIA. Mauricio Córdoba, hijo de uno de los fundadores, sigue en la nómina, como vicepresidente de Infraestructura. Ricardo Wills, hijo de otro de los pioneros, permaneció 36 años en la organización, de los cuales 18 fueron como Presidente, y sigue activo como asesor.
“Ya pasamos de la segunda a la tercera generación”, anota Gonzalo Echeverri. Y con una particularidad: AIA está en una transición hacia prácticas de gobierno corporativo y como prueba de su madurez por primera vez en toda su historia la presidencia es desempeñada por un ejecutivo independiente, que además de las finanzas y el recurso humano es guardián del principio de “Trabajo y rectitud”.