El espacio no es más que un cuadrado de 15x15. A veces, incluso, un poco menos, o un poco más. Si se pasa de centímetros dejaría de ser pequeño. Y esa es la magia.
Entonces aparecen las calles, los hombres, el arte. Animales chiquiticos, hombres pequeñísimos, objetos en un tamaño para acercar los ojos y encontrarse con la imagen: el pintor que dibuja gente. Y no tiene más que cuatro centímetros de altura.
"Al ser pequeño es mucho más preciso. Si hay errores se va a notar de inmediato", explica César del Val le, uno de los artistas invitados a la exposición Pequeño Formato, en el Museo El Castillo y que propuso un tríptico, a partir de una fotografía de un pintor colombiano, que pinta.
Entonces también cambia la mirada. Y la relación de la obra con el artista que la hizo y con el personaje que la mira: es más íntima. "Implica revisar el estatuto de la imagen", señala Lucrecia Piedrahíta , la curadora de la muestra.
El acercarse, agrega Catalina Jaramillo , otra de las artistas, inevitablemente hace "ver la obra de otra manera".
Porque el pequeño formato puede ser relativo para cada artista, según sus intenciones, pero tiene que ver, sobre todo, con eso de la conexión con el espectador.
No es lo mismo mirar un cuadro de grandes dimensiones, que se puede ver a distancia y aún seguirlo detallando, que encontrarse con uno de tamaño pequeño, que propone estar cerca y hasta cambiar la posición del cuerpo y de los ojos.
Catalina, por ejemplo, utiliza este formato no solo por el detalle, sino por la portabilidad. Esa posibilidad de "llevar siempre la obra conmigo y que pueda hacerla en cualquier lugar".
Por supuesto, todo depende de la solución del artista. Incluso, muchas veces, el formato llega después. Primero es el arte. El trabajo plástico, la idea. La necesidad del que la hace. Catalina, pese a que trabaja siempre el pequeño formato, no piensa su obra por él.
Esos mínimos detalles
Todo empezó desde hace casi 12 meses. Buscar los artistas y encontrarse con sus obras. Las que ya estaban y las que se podían hacer para colgar y para mostrar.
La idea de Pequeño Formato es abrir un espacio para los nuevos artistas, según indica Lucrecia, no solamente de Medellín, sino también de Bogotá, y proponerles el reto del pequeño formato (aunque algunos lo hagan siempre), de los nuevos lenguajes, de la factura impecable.
En total, en esta quinta propuesta participan 36 artistas, con 80 obras. Y eso implica distintas miradas, distintos lenguajes y distintos materiales: dibujos en varias técnicas, pintura, objetos tridimensionales, escultura y así sucesivamente.
Y aunque algunos artistas ya tienen una relación con el pequeño formato, para otros es un reto. Todos, eso sí, fueron invitados por su "recorrido, por ser gente que está produciendo un trabajo nuevo", dice Lucrecia.
Hay tres conceptos claves en la temática: "miradas sobre temas urbanos, sobre las poéticas del oficio y sobre los bestiarios que realizan los propios artistas", añade la curadora
Una propuesta que le abre espacio al arte contemporáneo y al formato, que busca volverse tradición, pero que, además, se vuelve un lugar de encuentro para los creadores. Para encontrarse con otros y para enfrentarse cerca e íntimamente con ese que mira: es obligarlos casi a que toquen. A mirar que ese trazo no es tan libre, sino que está exacto. A la altura perfecta. A la medida pequeñísima del lápiz frente al papel.
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