Muchos opinaron que superado el primer punto de la agenda en La Habana se había alcanzado la cima en el proceso y que lo demás sería terreno plano. Se pensó que lo más complejo estaba superado y que lo faltante era sencillo.
Los hechos demuestran lo contrario. En cuanto afloran nuevamente las posiciones mediáticas, irreales y tozudas de las Farc, propias de su metodología negociadora maximalista, agresiva y obviamente riesgosa en exceso. Su nuevo error, o desmedida ambición, es pensar que la negociación se dará a cualquier precio y que no hay una fracción representativa de la sociedad con carácter y convenientemente vigilante.
Si el primer punto de la agenda cubría lo sustantivo de la génesis del conflicto en el área rural, el tema de la participación política pisa muchos callos de sectores poderosos que manejan la política y la vida económica en las ciudades.
Si a ello se agrega el cinismo y la falta de objetividad de la guerrilla, vemos que hay un grueso palo metido en la rueda de la negociación.
Reitero que las Farc están derrotadas en el campo estratégico, así mantengan la capacidad de delinquir y de seguir manchando el nombre del país.
Por ello deberían entender que transitan por la última oportunidad de una negociación digna, apoyada en las circunstancias de injusticia e inequidad que vive el país, las cuales explican pero no justifican medio siglo de violencia.
De no lograrlo, su siguiente y más probable futuro será la rendición. Ojalá no se equivoquen y sepan aprovechar la generosidad del gobierno que se muestra comprometido con la democracia, la justicia y la prosperidad. A esto se suma el buen ambiente y voluntad de apoyo que reina en la comunidad internacional.
Quieren las Farc una Asamblea Nacional Constituyente como nuevo escenario de deliberación, donde se debata lo acordado en La Habana. Propuesta inaceptable por lo improcedente y la complejidad jurídica que ello reviste en un año electoral. También pretenden que sea ésta la ocasión para refundar el Estado, lo cual es una demostración no de ingenuidad sino de estrategia comunicativa equivocada.
Las iniciativas de los representantes de la insurgencia en La Habana no conjugan realidad fáctica alguna sino una posición maximalista con la aspiración de que el gobierno aumente el nivel de concesiones para no quedar muy lejos de la posición de los contrarios.
En actitud reactiva, el presidente Santos rompió momentáneamente el recomendable silencio para indicar que las Farc se están exponiendo a que el gobierno les muestre tarjeta roja. Ojalá no se equivoquen nuevamente los subversivos y entiendan que la advertencia es seria.
Estoy convencido que la negociación decorosa y la paz digna es la mejor opción para la sociedad, el país, sus instituciones y los ilegales alzados en armas.
Espero que el concepto de los expertos asesores de las Farc y los hechos de cada día en el campo de batalla los convenzan de que no hay posibilidad alguna de un triunfo ni en el corto ni el largo plazo.
Mis dudas están en la capacidad del gobierno para comunicar y convencer al país sobre esta realidad.
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