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El fantasma de Khrushchev

14 de octubre de 2008
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Un 15 de octubre como hoy, pero hace 46 años, se iniciaba la Crisis de los Misiles de Cuba cuando personal de inteligencia de EE.UU. anunciaba que la URSS estaba emplazando en la isla de Fidel, misiles de alcance medio e intermedio, no propiamente con la intención de colaborar con los juegos pirotécnicos de la siguiente celebración del 4 de julio en Washington, sino dirigidos contra el país gobernado por un ex-senador demócrata, “revelación y esperanza” de la política de EE.UU. por esos días, que luego de combatir los prejuicios que conlleva ser miembro de una “minoría”, en dicha ocasión religiosa, había derrotado en una de las más reñidas elecciones presidenciales hasta ese momento a un curtido político republicano que sirvió en el Pacífico Sur durante la Segunda Guerra Mundial y conocedor de la política internacional. Similitudes con el presente aunque no réplicas exactas.

Este episodio, tal vez el más peligroso y caliente de la Guerra Fría, fue el resultado de la decisión del dirigente soviético del momento, Nikita Khrushchev, de contrarrestar la presión que ejercían los EE.UU. en los alrededores de la URSS, como los misiles instalados en Turquía, contestándole con la misma moneda a su enemigo, respirándole en la nuca a pocos kilómetros de sus costas. Similitudes con el presente aunque no réplicas exactas.

Este pulso histórico, que ganó oficialmente el presidente Kennedy, aunque en ese momento no se hizo público el compromiso de EE.UU. de retirar sus misiles en Turquía, fue uno de los factores que puso fin a la carrera de Khrushchev, anunciado dos años después, también un 15 de octubre, luego de ser acusado de lo mismo que él acusó a Stalin: culto a la personalidad y errores políticos.

Varías décadas después y en un escenario que mal puede llamarse como una “Nueva Guerra Fría”, las similitudes, aunque no réplicas exactas, resultan interesantes al ver que la expansión de EE.UU. en predios cercanos a las antiguas zonas de influencia de Rusia, parecen haber llevado a su actual dirigente a repetir, con algunos actores originales y otros nuevos, la misma peligrosa obra teatral.

Los nuevas “amenazas” a pocas millas de la Florida empiezan a salir a la vista, ya no con fotos tomadas por los aviones U-2, sino por la diplomáticas pero directas declaraciones rusas de las últimas semanas, como el anuncio el 25 de septiembre del embajador ruso en Nicaragua, Igor S. Kondrashev, de renovar el envejecido equipo militar del ejército del segundo país, después de Rusia, que reconocía la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. Ojalá esta ayuda no signifique aumentar la existencia en Nicaragua, al parecer más de mil, de sistemas portátiles de defensa antiaérea soviéticos, similares a los FIM-92 Stinger, que tanto están buscando las FARC para liberarse de los demoledores efectos que están teniendo las operaciones aéreas del ejército colombiano.

A este hecho puede agregarse las, hasta ahora no confirmadas oficialmente, intenciones rusas de establecer una base militar permanente en el Hemisferio Occidental, que pueden incluir la reactivación de una instalación de radar en Cuba y la construcción de una base militar en Venezuela. Aunque la modernización de la base venezolana de Maracay con asistencia rusa hace rato que pasó de ser una especulación.

Así mismo no deben desecharse de esta colección de “amenazas de alcance medio e intermedio”, las recientes y más que simbólicas visitas de los superbombarderos rusos TU-160 a tierras venezolanas, el “crucero por el Caribe” venezolano, de un grupo de trabajo de su Flota del Norte que llegará en noviembre para llevar a cabo ejercicios conjuntos con la Armada de Venezuela, decididos según Moscú, mucho antes de la intervención rusa en Georgia, el anuncio del líder venezolano del desarrollo de su programa nuclear con apoyo ruso, coincidencialmente con las mismas justificaciones del programa iraní, coincidencialmente también apoyado por Rusia, con  supuestos fines pacíficos, médicos y de “generación de energía eléctrica”, en dos países coincidencialmente sentados en inmensas reservas de hidrocarburos.

¿Y qué decir de los más de 4.400 millones de dólares de compras venezolanas de armamento ruso, que incluyen la fabricación en Venezuela de municiones para los 100.000 fusiles AK-47 que compró el presidente venezolano, que “coincidencialmente” son los mismos que usan las FARC, pero que hace rato no disparan porque no tienen municiones?

Ojalá las coincidencias sean sólo eso y estemos lejos de una situación como la de 1.962, pero en caso de estarlo, roguemos porque se de una coincidencia más: que el próximo presidente de EE.UU., al parecer demócrata, tenga la misma capacidad de su antecesor, el también demócrata presidente Kennedy, de medir los riesgos, no dejarse llevar a los extremos y saber desprenderse del idealismo a la hora de tomar decisiones. Como dicen en EE.UU.: “Que Dios bendiga a América”, pero ojalá se acuerde que nosotros también somos parte de ella.

(*) Centro de Pensamiento Estratégico – Universidad EAFIT

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