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PEQUEÑOS MIGRANTES Y EL FUTURO EN PUNTOS SUSPENSIVOS

  • PEQUEÑOS MIGRANTES Y EL FUTURO EN PUNTOS SUSPENSIVOS
14 de julio de 2014
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Niños solos, sin compañía de un adulto, cruzando la frontera entre México y Estados Unidos. Muchos vienen también de Honduras, Guatemala y Salvador. Y no son unos cuantos. Desde octubre de 2013 hasta el mes pasado, más de 51.000 niños han sido detenidos por la Patrulla Fronteriza. El fenómeno no es nuevo, pero las cifras se han doblado en este último año. Muchos medios lo han resaltado en los últimos días. Destaco el trabajo periodístico del portal Aleteia.org, que ha publicado una serie de reportajes sobre este tema, denominado Inmigración México - US: La nueva Lampedusa.

Y el fenómeno está creciendo tanto que la Agencia Estadounidense de Seguridad Nacional dice que si la situación sigue como está, en septiembre se quedarán sin fondos, y manifiesta su preocupación porque deberán sacar de otros rubros para cubrir esta necesidad, como si el futuro de los niños no fuera una de las mayores urgencias.

Mientras tanto, en México y Centroamérica muchos padres, desesperados, ponen el futuro y la seguridad de sus hijos en puntos suspensivos. A veces como única salida, pagan a los llamados “coyotes” o “polleros”, que son los adultos que se encargan de llevarlos a la frontera donde supuestamente alguien va a recogerlos.

Pero muchos niños quedan a la deriva. Mueren en este camino o simplemente desaparecen. Quizás siendo víctimas de la trata de órganos o de la explotación sexual. Y los que tienen más suerte, (los que llegan) a veces no saben qué responder a los patrulleros cuando les preguntan por su familia o por quién va a velar por ellos en su nueva vida en Estados Unidos. La respuesta a sus necesidades es lenta. No tienen asistencia jurídica garantizada ni pueden solicitar protección internacional. Parece que la condición de ilegalidad pesa más que la urgente necesidad de atención que tienen, por el simple hecho de que son niños, con una situación de inmensa fragilidad y con un grado de responsabilidad mínimo o nulo sobre la situación que viven.

Y huyen (o los hacen huir) de sus países de origen, la mayoría, a causa de la violencia estructurada y la impunidad (solo uno de cada diez casos de violencia contra niños es castigado), lo que hace que sean aún más vulnerables. Quienes los tienen a su cargo, ven como único remedio enviarlos lejos, aun conociendo los múltiples riesgos a los que estarán expuestos.

La pobreza y el desempleo son también factores por los que muchos niños son enviados a Estados Unidos.

Lo que viven estos pequeños migrantes es la consecuencia de la degradación a la que ha llevado el aumento de la criminalidad en México y Centroamérica.

Estas historias dramáticas muestran cómo los niños necesitan, en primer lugar, un ambiente seguro para evitar que sus padres tomen sobre ellos estas medidas desesperadas. Pero quienes no lo lograron, necesitan un ambiente para crecer en condiciones dignas. Por ello es necesario que sean acogidos y no tratados como un número más en la larga lista de inmigrantes ilegales. El estricto cumplimiento de las leyes migratorias no puede estar por encima de su dignidad, pues estos casos dramáticos se dan, no precisamente porque estén buscando un sueño americano sino porque sus padres buscan para ellos el sueño de que sus hijos tengan una infancia digna, una infancia de verdad.

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