Así como el triunfo reclama humildad de quienes lo logran, también el fracaso demanda dignidad de los perdedores. Si bien a los seguidores de Aníbal y Fajardo les resulta imposible ocultar su alegría, uno esperaría que quienes apoyaron a otros candidatos guardaran mayor coherencia. No todos han reconocido su derrota, como el doctor Luis Pérez, que incluso dejó esperando a sus seguidores en su sede y hasta ahora no ha admitido públicamente el triunfo de Aníbal Gaviria.
Pero lo que de verdad asombra es que algunos colegas de la radio dieran el gran salto, con triple voltereta, para subirse al coche de la victoria. Críticos ácidos, claros voceros políticos, ayer amanecieron gaviristas y fajardistas. Sin ninguna vergüenza se derritieron en elogios. Pierden, pero se acomodan. Dan grima.
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