Me ha tocado perdonar muchas cosas. No es fácil.
Haciendo un repaso me doy cuenta de que lo logro cuando hay razones más allá del ocio o el desocupe.
Es que muchos televidentes desparramados en el sofá o en la cama perdonan sin ser conscientes.
He tenido que soportar la “esa hache” arrastrada que pronuncian algunos actores con un final cantadito a manera de reclamo, usual de los paisas, porque la historia está bien contada.
Me he visto obligado a ver envejecer a muchos actores, que siempre tienen trabajo, hasta protagónicos, actuando igual por décadas porque sus compañeros de reparto son tan buenos que compensan el desaliento.
La resignación me ha permitido comprender pésimas participaciones de nenes y nenas que hacen de actores de reparto y protagónicos porque la producción general es excelente, el ritmo y las tramas bien construidas.
Pero hay un límite.
Cuando las tramas son inventadas para justificar una balacera o una escena de catre. Cuando los acentos amañados remiten a parodias.
Cuando lo que se ve y se oye son ensayos grabados.
Cuando todos: director, libretistas, actores, editores y demás, se creyeron el cuento y creen que el televidente se lo va a creer como feligrés de templo de garaje.
Cuando un seriado o una telenovela tiene esos ingredientes, no merece perdón y no hago concesiones, oprimo un botón y comienza mi búsqueda por otras tierras.
Me preocupa mi paz interior porque viene sucediendo muy a menudo y este año tenía muy buenas intenciones pero Bazurto, me ha obligado a reflexionar muy seriamente sobre mi salud: la rabia, la desilusión, el irrespeto, el exceso de abuso de confianza y demás, enferman. No más indulgencias, no sospechaba que empezando el año iba a revisar mi cuenta para invertir en mi tiempo y considerar la tele por internet.
