"¿Cómo atrapar una estrella? Con una escalera". Estas palabras mágicas escritas en una hoja de cuaderno por el niño Emmanuel Vásquez, de 5 años, fueron mi puerta de entrada a un libro singular sobre los hábitos de leer y escribir de los muchachos de los colegios. Me lo regaló una maestra de la Institución Educativa Benjamín Herrera, un liceo del barrio Antioquia donde alumnos y maestros se rebelaron contra los métodos tradicionales de enseñar a leer y convirtieron la lectura en una fiesta.
Su título —"A dos manos"— resume la historia de esta experiencia maravillosa. La descubrí en una visita al liceo en el programa Adopta un autor de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.
El libro es una antología de escritos de más de un centenar de estudiantes que dan cuenta de sus vidas en poemas, cuentos, prosa libre y hasta en una obra colectiva de teatro. Es el último de una colección de 14 libros que empezó en 1996 con el título "Cosecha de palabras".
Su historia tiene que ver con un acto de desobediencia de Óscar Mauricio, un estudiante de octavo grado. Un día de 1991, él se atrevió a poner en duda la eficacia del método usado por los maestros para acercar a los alumnos a la literatura, basado en las lecturas obligatorias y en la elaboración de informes escritos.
El profesor Óscar Henao Mejía, rector del liceo, cuenta que el muchacho empezó por preguntar por qué los adolescentes no leen. La pregunta caminó por bibliotecas, liceos, universidades y periódicos de Medellín y llegó finalmente a los maestros de Lengua Castellana. Estos emprendieron una investigación a fondo del problema.
"La respuesta a su pregunta reveló que los adolescentes no leen porque no quieren que los obliguen a leer y porque al tener que responder con informes escritos, el encanto que suscita la lectura se diluye", dice el rector.
Gracias a la investigación, entre los maestros se abrió paso la idea de promover más el disfrute de la lectura antes que defender su obligatoriedad. También decidieron suprimir los informes escritos.
Luego ocurrió el primer milagro: los estudiantes empezaron a leer en las escaleras, en los patios, en el salón de actos. "Rompieron el silencio de las bibliotecas medievales. Volvieron la lectura una fiesta", cuenta el rector. En las horas dedicadas a la lectura, en los pasillos del colegio se escuchaban quenas, guitarras, charangos, música barroca. Al poco tiempo hubo que ampliar la biblioteca. Y luego, sucedió otro milagro: los estudiantes empezaron a escribir. El liceo creó un taller de escritores y un taller de poesía.
En 2003, el liceo se fusionó con la escuela Santísima Trinidad. Los niños más pequeños también empezaron a escribir. Después, los muchachos fundaron un periódico escolar. Ellos mismos eligieron su nombre: Barriolegio. ¿Por qué? No querían que fuera solo un periódico del colegio sino también del barrio y con el barrio. Ya van en el número 34. Para publicarlo, contaron con la ayuda de Medias Cristal, una fábrica de calcetines que tiene su planta en el barrio Antioquia.
Apenas regresé a mi casa, abrí al azar las páginas del libro y leí, maravillado, este poema escrito por Danny Palacio, de 16 años: Los poetas son la voz del mundo./ Escriben, mientras el mar despierta. Después leí este otro, de Maryori Londoño, de 17 años: Español.../ Lo perdí por andar haciéndote poemas. / Se me olvidaba tildar las palabras. / En matemáticas... / No me fue bien. / Nunca le encontré la raíz cuadrada a nuestro amor. / Por eso estoy todavía revisando exámenes / Para saber en cuál de todos te perdí.
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