Delincuencia aquí, por allá, la mafia que controla todas las esferas de la vida pública y privada. El dinero y sangre son anexos en donde el poder tiene como majestad al dinero. Aunque la realidad misma sea muchas veces dura, aunque pareciera que toda la barbarie junta confluyera para crear desazón, la vida se antepone para reafirmarse.
Muy acertada es la definición de que la vida son las fuerzas que contrarrestan a la indeseada muerte. Es una explicación biológica convincente para una Colombia que de la noche a la mañana registra en la pantalla chica, en los diversos medios masivos de comunicación el repetido tánatos.
Cómo entender, por ejemplo, un campesino desplazado, despojado de sus pertenencias y de su tierra, alojado en una ciudad que le es adversa y en donde no tiene forma de incorporarse al mundo urbano, y sin embargo saca fuerzas suficientes para mantenerse en pie de lucha, insistiendo en su propia vida y la de su familia. ¿No es esto una reafirmación de las leyes biológicas?
A pesar de muchas catástrofes, la aventura de la vida no ha podido ser marchitada. Desaparecen especies, pero nuevas aparecen, en tanto que otras permanecen en el tiempo, entre las que se encuentra la especie humana, con una edad aproximada de más de 30 mil años.
Puede parecer que de tanto estar denunciando a aquellos seres que ocasionan horror de muerte, todos aquellos críticos que dan latigazos a los señores enemistados con la vida (de los otros), pareciera, decimos, que se unen a ese canto del aburrimiento y desprecio por la vida. Pero no se debe confundir la crítica dura que pretende corregir, parar o denunciar a los empecinados en hacer morir, con una actitud de pesimismo. Es todo lo contrario. Es más bien una actitud vital, que como lo indica el vocablo, proviene del orden biológico, o si se quiere del piso instintual.
Es una función similar a la del filósofo, que se aleja de todo el peso institucional que puede tener una facultad o universidad, para poder tener un pensamiento ilimitado, no coartado por la paga salarial. Y entonces, criticará los vicios culturales que empobrecen la vida, y propondrá otros que la edifican, que la enriquecen. En síntesis, liberará a la sociedad de encerrarse sobre sí misma, en la monotonía social y cultural. Ese es el atajo vivificador de uno de los personajes de la vida llamado filósofo.
Esta dinámica de lo natural y lo cultural, que en un momento dado pierden sus fronteras, pues podemos decir que una naturaleza siempre es cultural en tanto la mano del hombre la ha estado y la sigue interviniendo. Y viceversa, que una cultura es natural en la medida en que siempre nos está asistiendo un piso biológico. Valga el ejemplo del dicho que referencia al borracho que se le durmió el policía, indicando con ello que a este hombre embriagado obra bajo la anarquía de lo instintual, fuera de los frenos que ha adquirido mediante hábitos culturales de su grupo social al cual pertenece.
Por ello podemos decir, sin miedo a que nos puedan tildar de embriaguez de optimismo, que nuestra sociedad, que los vivientes humanos que somos, nos asiste esa fuerza por preferir la vida a la muerte. No estamos insinuando ningún determinismo. Creemos que nuestra especie homo sapiens tiene esa disposición de contrarrestar la empecinada muerte. De seguro que la señora mafia se sentirá impotente al no poder ganarle una batalla a la primacía de la vida.
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