Importante institución religiosa con cientos de millones de fieles busca candidato ideal para ejercer las funciones de: obispo de Roma, cabeza visible, jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano y líder espiritual de los católicos.
Elegir a la persona adecuada para ocupar la sede vacante de la Iglesia Católica es un trabajo arduo, un rompecabezas que, para ser armado, requiere de alianzas, acuerdos y, según la propia institución, de la inspiración del Espíritu Santo.
Pero este proceso está rodeado del mayor secretismo al que se somete la elección de un jefe de Estado -y líder espiritual- en el mundo.
Tampoco existe ningún documento público que oriente e indique las características que deberá tener el futuro pontífice.
Lo que sí hay, en cambio, son opiniones. Y en los días previos al cónclave, que comenzará oficialmente tras el sellado de la Capilla Sixtina este martes 12 de marzo, fluyen como el Tíber, crecido tras varias jornadas de lluvias en Roma.
Las cualidades del nuevo Papa, sus retos en el cargo y cómo deberá enfrentarlos están en el centro del debate. Sin embargo, no es fácil dibujar el perfil del candidato ideal.
Quizá la pista más clara -aunque también muy abierta- la dio el propio Benedicto XVI en su renuncia, un acto sin precedentes en más de 600 años, al señalar que el candidato deberá tener "fortaleza de espíritu y de cuerpo".
Otros electores piden también que ese vigor sirva para atajar los recientes escándalos que afectan al Vaticano.
"La habilidad para gobernar es importante. Los problemas sustanciales que se identificaron en el caso VatiLeaks deben ser atajados", afirmó el cardenal australiano George Pell, en declaraciones recientes al diario Vatican Insider, en referencia al caso de filtración de información confidencial del Vaticano que mostraban las luchas internas por el poder.
Capacidad de gobierno y una juventud relativa que permita la energía necesaria para acometer reformas, son quizá las características más mencionadas. "Reforma", pero "reforma" tiene muchos significados.
Desde sectores progresistas de la Iglesia, como la organización Somos Iglesia, se pide una "transferencia de poder a las iglesias locales", una "limpieza auténtica" de los escándalos recientes y que el gobierno vaticano se inspire en la "sobriedad y la simplicidad".
Benedicto XVI se convirtió en el primer Papa en renunciar en 600 años.
"Suena provocador, pero lo primero sería que el próximo Papa deje de serlo. El gran problema no es la persona que ejerza la función, sino la función como está diseñada hoy", dice José Arregi, un franciscano secularizado y profesor de historia de las religiones de la Universidad de Deusto, en España.
Para realizar la reforma profunda de la que habla Arregi, "el nuevo Papa podría empezar con sentarse con los cardenales, con un sínodo de obispos, pero sobre todo con representantes de comunidades de cristianos de todo el mundo en su gran pluralidad. Habría que empezar por aplicar los mínimos criterios democráticos en el papado. Debería ser una función provisional de un hombre o de una mujer que fuera el representante máximo de las iglesias cristianas".
Otras voces, como Fermín Labarga, profesor de teología histórica de la Universidad de Navarra, en España, no van tan lejos y piden "acometer algunos cambios respecto a las formas de afrontar el gobierno de la Iglesia, en lo que respecta a la curia".
Pero más allá de las funciones del puesto, ¿qué cualidades personales debe tener el nuevo Papa? ¿Cuál debería ser su experiencia previa?
Todo cuanto acontezca en el interior del cónclave permanecerá en estricto secreto: los debates previos a las votaciones, los posibles candidatos, los resultados de los escrutinios...
Cuando la fumata blanca surja de la chimenea de la Capilla Sixtina se sabrá qué expectativas se cumplieron y quién fue el "candidato ideal".
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