R odrigo Rivera . Aunque el apellido lo tienen cantantes, políticos, artistas y escritores, este no goza de reconocimiento mediático. No ha aparecido todavía en la televisión nacional ni su voz se ha escuchado en las más importantes emisoras. Y si como dice el comercial, en Colombia los héroes sí existen, pues Rodrigo es uno de ellos.
En Puerto Guzmán, Putumayo, allá, lejos, a cuatro horas del aeropuerto de Puerto Asís, vive Ricardo, y su obra, de la que comparte la gloria taciturna con otros muchachos del municipio.
El pueblo, habitado por más o menos 4.500 personas en la cabecera municipal, que tiene calles invariables, unas destapadas, casi todas, y dos pavimentadas, es testigo del avance del Club Juvenil Retorno de la Alegría. Proyecto que encabeza Rodrigo hace 10 años y que tiene como herramienta fundamental la lúdica y los valores.
Y es que en Puerto Guzmán lo que más necesitan los niños es alegría, cree nuestro personaje, que el miércoles recibió el premio EL COLOMBIANO Ejemplar en la categoría Solidaridad, representando al Club.
Esa hipótesis deja de ser una duda, para convertirse en realidad, cuando se llega al parque central de Puerto Guzmán y lo primero que se ve levantar son las dos trincheras que tiene la Policía. Y cuando, a diferencia de muchos otros municipios, a las 10 de la noche del sábado el comercio ya está de puertas cerradas.
Los miembros del Club Juvenil, que son catorce muchachos, donde el único que no goza de los años mozos es Rodrigo, se van todos los sábados y escogen uno de los 19 barrios y les dan risas a los niños por medio de payasos, juegos y moralejas.
Buena parte de la población de Puerto Guzmán es desplazada y ha sufrido los rigores del conflicto armado, así que desde hace diez años, Ricardo, cuando formó el grupo, vio la necesidad de alegrarles los días a los menores, de llevarles ese brillo en la mirada que por culpa de las circunstancias de violencia habían perdido.
Algunos de los barrios están a orillas del río Caquetá, en el que los pescadores buscan peces que se convierten en dinero. La mayoría de las casas son en tabla o material, muy pocas en ladrillos. Todo eso revela la necesidad de un pueblo olvidado por el pavimento y los recursos. En eso también ve Rodrigo la solicitud de alegrías.
Jorge Luis Guzmán , de 85 años de edad, que dice llevar sobre sus espaldas la responsabilidad de erigir el pueblo, y que cuenta que cuando llegó, después de meses de abrir trocha, todo era selva y cielo, ve en el Club y en Rodrigo "esa misma verraquera que tenía yo para llegar hasta aquí".
Es suficiente prueba salir con el fundador y coordinador del Club, Rodrigo, por las calles de Puerto Guzmán para darse cuenta de que es todo un personaje, todo un héroe. Lo saludan de mano y dicen su nombre. Le agradecen la solidaridad y de una vez lo van comprometiendo para que vaya al barrio, que no se olvide de las películas que se proyectan entre semana, que los niños lo andan preguntando.
"Todos debemos buscar la forma de aportarles a los más cercanos que tenemos, de aportarle socialmente al crecimiento del municipio, que se aprenda el incalculable valor de una sonrisa". Este proyecto cuenta con la ayuda de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) y la Alcaldía de Puerto Guzmán.
Ricardo recibió el premio EL COLOMBIANO Ejemplar, se alegró, retomó fuerzas, ánimos, esos que dan cuando se reconoce el trabajo silente, y volvió a su pueblo con una misión: entregar más sonrisas.
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