Mientras estaban José y María en Belén le llegó a la Virgen el momento del parto, dio a luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Cerca, unos pastores pasaban la noche velando sus rebaños. Un ángel se les apareció y les dijo: "Ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, el Mesías. ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!" (San Lucas 2,1-14).
Estas escenas conmovedoras de la joven pareja de creyentes que acuna al Niño en el pesebre, y la de los pastores que no dudan en acogerlo a pesar de la extrema pobreza de su alumbramiento, demuestran que fueron las personas humildes las que primero supieron ver la llegada del Mesías. Suelen ser los hombres sencillos los más abiertos a la fe, al amor, a la solidaridad.
¿Qué significa entonces la Navidad? Es alegría, esperanza y vida porque Dios se ha hecho visible a nuestros ojos, en el rostro de un Niño sencillo y pobre, pero rico en amor hacia todos.
No obstante que la noticia del nacimiento del Hijo de Dios no sale precisamente en la información de los medios de comunicación, los cristianos sí la sabemos y la festejamos con profundo gozo.
Sin embargo, la Navidad no es ni puede ser sólo un aniversario del recuerdo de Belén. Es mucho más, dado que a la vez que celebramos el nacimiento del Niño Jesús, es también sentir la presencia de Dios, que se hace parte de nuestra familia.
La Navidad es una lección para que nosotros mismos miremos a los demás con ojos nuevos, sin menospreciar a nadie. Y a pesar de que la sociedad sea inequitativa, de que algunas personas nos parezcan indeseables y de que aún a las más cercanas las veamos con defectos, no debemos renegar de la generación en que nos ha tocado vivir. A veces estamos tan llenos de cosas y de preocupaciones intrascendentes que nos olvidamos que en esta Navidad, como en todas, deberíamos crecer en una visión optimista de las personas, de los acontecimientos y de la vida.
Si bien para muchos esta época navideña es tan sólo un periodo de vacaciones, regalos y encuentros familiares, lo cual no está nada mal, hay que evitar los peligros de una banalización consumista de estas fiestas.
Pero para los cristianos la Navidad tiene un plus de motivos de alegría, porque es también hacer sitio al amor del Niño Jesús en nuestro programa de vida. Y sea cual sea nuestra condición social, nuestra cultura o nuestra edad, todos somos importantes para Él. ¡Recibámoslo hoy, 24 de diciembre de 2009, con profunda dulzura para así poder gozar de su amor!
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