Todas las combinaciones posibles de colores: chillones o elegantes, son realidad en las fachadas de las seis manzanas de este barrio, que pasó de ser un sector humilde, casi periférico, a un atractivo turístico.
Los uvas, rosados, lilas, amarillos y marrones, de toda intensidad, contrastados con tonos clásicos, visten las 450 casas que renunciaron al gris y a otras palideces en puertas y ventanas.
Esa fiesta de colores está en Las Quebraditas, en la parte baja de Jericó, que hoy es caminada obligada para los visitantes que se dejan cautivar por sus furores, puertas abiertas, rostros amables y equipos que desfogan ritmos populares.
En algunas, de dos pisos, sus balcones también lucen materos con begonias, veraneras y novios florecidos.
"Uno ve todos los frentes bonitos, la pintura le dio mucha alegría al barrio y hace que vengan muchos turistas", dice Corona del Carmen Gómez, quien tiene un negocio de dulces típicos.
Ese milagro de transformar un entorno triste en algo vivo no fue fortuito.
Al alcalde, Carlos Augusto Giraldo, tomó la iniciativa de embellecer el sector y crear un cambio cultural en sus habitantes que los hiciera sentir orgullosos de lo que eran y lo que tenían.
Para persuadirlos, recuerda el secretario de Gobierno, Johan Uribe, se llevó a un grupo de líderes del barrio a conocer a Cauca Viejo, un proyecto urbanístico a orillas del río Cauca que deslumbra por su concepción arquitectónica tradicional y el colorido de las fachadas de sus casonas.
"Él los invitó a que hicieran algo igual, les dijo que así fueran humildes, sus casas podrían quedar tanto o más bonitas", cuenta Uribe, quien siente que ellos "vinieron picados".
Ese viaje y esa propuesta, fueron el punto de partida para poner en marcha el proyecto local Mi casa una joya de color y vida.
Luego lo respaldó la empresa Viva para que sirviera de piloto del programa Pinta tu casa, para el cual la Gobernación donaba la pintura.
Los gobernantes jericoanos trascendieron el simple acto de recibir pintura y echar brocha, y contrataron a un experto para que asesorara a la comunidad en la mezcla y combinación de colores, y atendiera el trabajo casa por casa.
Pronto todas las calles de Las Quebraditas se convirtieron en talleres improvisados, en cuyas aceras se montaron los materiales para que los "artistas" (sus mismos habitantes) acometieran la labor.
El proceso de transformación, en 2009, tardó cuatro meses en los que cada hogar puso la mano de obra para vestir las casas. Para que rindiera, se sumaron los empleados de la administración con jornadas de trabajo.
El impacto de lo que para el Alcalde es un "alboroto del color", se tradujo en un cambio de actitud de los pobladores del sector. "La gente empezó a sentir orgullo, abrió las puertas, como si el cambio de fachada también le hubiera tocado el corazón", expresa.
A los moradores de otros barrios llegaron los destellos y siguieron el camino del color sobre la madera pelada.
Y a los de Las Quebraditas les valorizó la propiedad para vender o para arrendar.
Ah, y el orgullo dio para que las dos pequeñas "fábricas" del barrio encarecieran el valor de la morcilla.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6