Conciliación, convivencia, unión de contrarios, café con leche. Este parece ser el nuevo espíritu del tiempo. Comienza a filtrarse en las conciencias la urgencia de deponer antagonismos, ya que el exterminio entre polos opuestos condujo a la carnicería llamada Colombia. No queremos ser vergüenza universal.
Como sucede en todo proceso de ascenso del cerebro al estómago, este viento inusitado todavía no llega a la política. Los políticos marchan encandilados hacia la suprema ordalía, sin advertir que la gente los mira como brontosaurios próximos a extinguirse a dentelladas.
Pero los jóvenes son otra cosa. Y dentro del término "jóvenes" caben nonagenarios de todas las edades. Entre ellos cobra fuerza esta novedosa manera de habitar el único planeta posible. Sin desconocer injusticias y rapiñas de la historia, apuntan a un próximo porvenir donde todos quepan, soldados y campesinos, banqueros y ñeros, prostitutas y clientes, ladrones y místicos.
Para todos hay campo en el proceso de mejorar la vida. Dos anticonsignas del casi centenario poeta chileno Nicanor Parra ilustran y adaptan la política continental esta marea silenciosa: "La izquierda y la derecha, unidas, jamás serán vencidas" y "Cuba sí, yanquis también".
Hace poquísimo tiempo esta conciliación era escándalo. Lo políticamente correcto era mostrarse los dientes hasta las últimas consecuencias. Los poetas -siempre es así- vieron por anticipado que la realidad se comporta diferente. El irlandés William Yeats, Nobel en 1923, lo expresó así: "un poeta debe sentirse completamente libre de decir por la mañana que cree en el matrimonio y en la noche que ya no cree en él… siendo lo importante no que conserve su solidez mental sino que preserve la integridad de su alma".
A finales del XVIII, el alemán Novalis, considerado entonces un genio "totalmente desligado de lo humano", había acertado la pluma en el centro del blanco: "si uno tiene la pasión de lo Absoluto -escribió- y no puede curarse de ella, no le queda más remedio que contradecirse sin cesar y reconciliar los extremos".
Lo que uno llama "integridad del alma", para el otro es "pasión de lo Absoluto". Nombres para idéntica temperatura del espíritu. He aquí el sesgo que está llegando a este país cruzado de absolutos, donde tantos seres anónimos buscan reconciliar extremos.
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