Cuando en 10 días los negociadores del Gobierno y las Farc vuelvan a sentarse en la mesa de negociaciones comenzará una nueva etapa del proceso de paz. El primer año fue de ritmo lento y dos acuerdos parciales, ante un país polarizado entre el apoyo y el rechazo al diálogo.
Tras seis meses de contactos secretos en La Habana (entre febrero y agosto de 2012) y una instalación protocolaria en Oslo, representantes del Gobierno y delegados guerrilleros se encontraron, el 19 de noviembre, en el Palacio de las Convenciones (Cuba) para un nuevo intento de terminar el conflicto armado.
El resultado, hasta ahora, son dos acuerdos parciales sobre desarrollo agrario y participación política. El Gobierno los defiende como avances "históricos" a los que "nunca se había llegado en conversaciones anteriores", según el presidente Juan Manuel Santos.
La apuesta del Gobierno para conseguir que las Farc dejen las armas y se conviertan en movimiento político genera ilusión en un sector de los colombianos.
Así lo percibe el exministro del Interior y analista político Néstor Humberto Martínez: "En 50 años de violencia nunca antes habíamos tenido acuerdos sobre nada. Es la primera vez que en un año tenemos acuerdos de fondo sobre dos puntos que no afectan la democracia ni el sistema económico".
Pero más allá de estos preacuerdos, supeditados a la premisa de que "nada está acordado hasta que todo esté acordado", los diálogos se prolongaron más de lo esperado en medio de tensiones entre el Gobierno y las Farc.
El optimismo inicial del país por los anuncios de un proceso ágil, de "meses y no de años", directo y sin mediadores, contrasta con un mayor escepticismo actual, según recientes encuestas.
Un crítico del proceso como el politólogo Alfredo Rangel, director del Centro Seguridad y Democracia de la Universidad Sergio Arboleda, sostiene que "en 12 meses solo hay acuerdos parciales y dos agendas diferentes. La del Gobierno y la de las Farc, que chocan porque la guerrilla intenta dilatar y conseguir reformas al Estado que no lograron con las armas".
La paz y las elecciones
Una de esas diferencias que distancian a los actores de la negociación es la refrendación de los posibles acuerdos de paz, pues el Gobierno rechaza la idea de una asamblea constituyente, en la que insiste la insurgencia.
El próximo escenario de los diálogos, para discutir desde el 28 de noviembre los temas de narcotráfico y víctimas, está marcado por la contienda electoral en un país polarizado. Analistas consideran que mientras la respuesta del Estado tenía mayor peso en los dos temas acordados para permitir reformas agrarias y políticas, el resto de la agenda depende más de la voluntad de la guerrilla.
Las negociaciones será el tema central de las campañas y el Gobierno enfrenta la oposición de los "uribistas" y de otros detractores de dialogar con las Farc. Otra consecuencia del primer año del proceso de paz son los acercamientos con el Eln para iniciar un diálogo independiente, pero crucial para conseguir la paz con todos los actores del conflicto que desangra al país.
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