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Rubiel y su adiós lleno de presentimientos

  • Rubiel y su adiós lleno de presentimientos | Manuel Saldarriaga | Amalia de Jesús Torres llora inconsolable al confirmar la muerte de su esposo Rubiel, que trabajó por ella de minero siendo agricultor.
    Rubiel y su adiós lleno de presentimientos | Manuel Saldarriaga | Amalia de Jesús Torres llora inconsolable al confirmar la muerte de su esposo Rubiel, que trabajó por ella de minero siendo agricultor.
18 de junio de 2010
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Dos cosas entregó la noche del miércoles Rubiel de Jesús Urrego: su vida en la mina de San Fernando y la llave de su casillero, que se la dejó a su esposa antes de salir a trabajar, "por si algo pasaba, porque tenía miedo".

Así lo relató Nubia Estela Benítez, allegada a este minero de cuarenta años que en realidad no era minero de profesión, pues apenas laboró en este oficio los últimos quince días de su vida.

Añade Nubia que Rubiel toda su vida trabajó en fincas, más en tareas agrícolas que otra cosa, y lo que menos pensaba era que tendría que meterse a un socavón.

"Él llegó a esa mina más por necesidad. Usted sabe las dificultades para conseguir empleo, en este pueblo todo está malo y entonces no tuvo otra opción", relató la señora, que era el brazo de apoyo al inconsolable llanto de la esposa, Amalia Torres.

Nubia, además, tenía una misión más dura que esa: ir a contarles a Estefany y a Esteban, de 17 y 11 años, los hijos de Rubiel, que su padre había muerto y que su cadáver estaba en el coliseo de Amagá, donde lo identificaron.

"Es duro, pero quiero hacerlo yo porque para ellos va a ser muy doloroso", dijo.

Tan doloroso como ese miedo de ir a trabajar con el que se despidió la noche del miércoles cuando le entregó a su esposa las llaves del casillero en donde guardaba sus cosas en la mina.

Para esta familia, lo de Rubiel no fue sólo un presentimiento. Según su versión, días antes él había visto que "destaparon una fuga de gas" y eso lo llenó de temores.

"Pero quería seguir trabajando mientras su hija se graduaba de comercio en el Instituto San Fernando, después pensaba irse a vivir a otro pueblo donde hubiera trabajo" en otra cosa.

La familia de Rubiel tuvo un consuelo, si así puede decirse: él quedó reconocible, por lo que se presume que murió no calcinado por la explosión sino por asfixia.

Lo paradójico es que no murió en su ley, como agricultor, sino de minero. Y recibió sólo una quincena, la que ni siquiera alcanzó a gastarse, pues la dejó como herencia a sus hijos y su esposa Amalia, que también se quedó con la llave y el recuerdo del último adiós de Rubiel, un adiós triste, lleno de miedos, de malos augurios.

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