No es la primera vez ni será la última. Sólo que ahora sí se nota un claro interés en utilizar a Colombia como trampolín para incidir en las elecciones venezolanas.
La sospechosa sincronización entre Nicaragua y Bolivia para producir ruido en el vecindario, con Colombia como punto central, no es de poca monta.
El primero, tratando de provocar una reacción militar en la zona limítrofe, a la altura del Meridiano 82, en momentos en que el tema entra en la recta final de decisiones dentro de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
El segundo, Bolivia, asegurando con desparpajo que las bases militares colombianas son operadas por el Ejército de Estados Unidos y “por eso alaban la lucha (de Colombia) contra las drogas”.
Ambos discursos, el de Daniel Ortega y Evo Morales, encajan perfectamente en el libreto antiimperialista de Hugo Chávez, quien este fin de semana hizo eco electoral con ellos, acusando al candidato opositor, Henrique Capriles, de estar apoyado por grupos paramilitares de nuestro país y de servir a los intereses de Washington.
En otras palabras, Colombia está siendo usada como plataforma electoral de la peor manera, no sólo en Bolivia y Nicaragua, sino en Venezuela.
Habrá que esperar nuevos coletazos a medida que avanza la campaña en el vecino país y se conocen nuevos resultados sobre la intención de voto, en los que Capriles ha logrado revertir las tendencias y ponerse por encima del chavismo, según los más recientes sondeos. Las diferencias entre Capriles y Chávez están por encima de los cinco puntos porcentuales. Hace poco más de dos meses, el chavismo no tenía pierde, pues la distancia entre ambos superaba los 20 puntos.
De ahí el desespero interno del oficialismo en Venezuela y los intentos de algunos países del vecindario por provocar hechos que beneficien el discurso antiimperialista a instancias de Colombia.
Hace bien la Cancillería colombiana en no caer en esas trampas. Pero no por eso debe mantener su silencio.
Los canales diplomáticos deben operar frente a estos nuevos actos de provocación de Nicaragua y Bolivia, sin prender los micrófonos, claro, pero pidiendo respeto por nuestra soberanía, no sólo en términos de territorialidad, sino de seguridad nacional.
Decir que nuestras Fuerzas Armadas son manejadas por Estados Unidos es, precisamente, una ofensa para Colombia y un acto de irresponsabilidad mayor, como quiera que el narcoterrorismo sigue golpeando sin piedad en varios municipios del país.
Colombia no puede dejar pasar estos nuevos incidentes para llamar la atención y demandar un pronunciamiento en bloque de los organismos internacionales, en especial de los últimos que se han creado, dizque para defender la integración y la autonomía latinoamericana y del Caribe.
Ya quisiéramos conocer cuál es la posición de Unasur y de la Celac frente a tales despropósitos de Nicaragua y de Bolivia contra Colombia.
No vaya a ser que resulte cierto que “de la continuidad de Hugo Chávez en el poder depende la estabilidad de toda la región”, como lo aseguró en una entrevista el Presidente Juan Manuel Santos.
No hay que perder de vista que detrás de todo esto está la lucha contra el narcotráfico. Colombia ha pagado caro su valentía y decisión de combatirlo. Ojalá lo hicieran así los demás países del Hemisferio y del resto del mundo. Ese es el ruido que sí queremos escuchar.
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